Quito

BUSES-PARADAS-ROBOS-GENTE
Los robos también se producen cuando las personas luchan por subir a los buses.RENÉ FRAGA

Los robos sufridos en buses se sienten poco en las denuncias

Según la Policía Nacional, apenas 14 veces se han acercado las personas a presentar el reclamo en dos años.  Los choferes tienen temor por represalias

Patricio Díaz subió a un bus de la Mitad del Mundo para regresar a su casa. Estaba con dos primos y se sintió afortunado al mirar que solo había cinco personas entre todos los asientos. Era un día atípico, por lo que el trayecto por la avenida Occidental tenía poca demanda.

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Pero lo que él pensó que era una bendición, se volvió en una pesadilla minutos después.

En una de las paradas subieron cuatro personas. Casi de inmediato, dos sacaron cuchillos y empezaron a pedir los celulares. Robaron a todos y se bajaron amenazando al chofer y a su ayudante.

Díaz y sus primos siguieron el trayecto hasta casa y solamente contaron aquella desventura a sus parientes.

Como ellos, la mayoría de víctimas en el transporte público decide no hacer nada después de un robo. Los datos de la Policía Nacional revelan que entre el 1 de enero de 2021 hasta el 13 de diciembre de 2022 apenas se hicieron 14 denuncias por estos casos.

De todas maneras, en el mismo lapso se han realizado varios operativos y se ha capturado a 219 personas de 38 grupos organizados.

A pesar de estos números, la realidad que viven los conductores es mucho más crítica. Los casos de robos son tan seguidos, que no hay un solo chofer que no tenga alguna historia.

Wilson Montalvo conduce uno de los buses que va por la Occidental y pasa por los túneles de San Roque. Él se siente en una especie de limbo, ya que su gremio muchas veces es acusado de cómplice de los ladrones. Les acusan de conocer a los delincuentes y permitirles subir a sus unidades.

Uno no puede hacer nada para impedir que suban. Lo hacen cuando están muchas personas en paradas concurridas. Es verdad, a varios se les tiene identificados y se alerta a la gente para que tenga cuidado, pero no se puede hacer mucho más.

Wilson Montalvo, conductor de bus

Y para muestra, explica, una vez fue testigo de cómo asaltaban a un chico cuando quería bajarse en la parada de la escuela de Educación Física de la Universidad Central. Quiso ayudar, pero salió mal parado.

“Me bajé a darme de golpes con el ladrón, pero era más por ayudar al chico porque estaban entre dos. Pero nadie más ayudó. La gente me reclamó por dejar el volante y hasta me acusaron de cómplice. Ni mi ayudante se metió. Lo peor es que los ladrones fueron lanzando piedras al bus. Por comedido salí mal parado”, siguió.

Montalvo asegura que nunca ha recibido amenazas de los ladrones, pero que sus compañeros sí han sido víctimas.

Uno de ellos es Estuardo Valenzuela, quien inclusive fue golpeado por el ladrón. “Esa vez no robaron a ningún pasajero. Le pegaron a mi ayudante y se llevaron la caja (el dinero recaudado durante el día). Vinieron directo por mi trabajo”.

Y este miedo es compartido. Ricardo Calvache, estudiante de un colegio del centro de Quito, recuerda que una vez se subió a un bus que tenía algunos puestos disponibles. Iba a clases y prefirió sentarse adelante. 

Minutos después agradeció esa decisión porque se subió un vendedor de caramelos, quien, al no hacer una buena venta, empezó a gritar a los pasajeros y a decir que por culpa de ellos, él tenía que dedicarse a robar. 

Sacó un cuchillo y pasó por los asientos, prácticamente, obligando a la gente a ‘colaborar’. Yo estaba adelante y, por suerte, el cobrador me protegió.

Ricardo Calvache, usuario

Alicia Jara es estudiante de un colegio en Cotocollao, al norte del Quito. Ella cuenta que antes esperaba a los buses vacíos para ir cómoda a casa. Ahora se sube al primero que aparece porque corre el mismo riesgo. 

“No hay fórmula para estar a salvo. Te roban en bus vacío o lleno. Inclusive, prefiero ir en uno lleno porque la gente te puede proteger. Claro, debes estar pendiente de que no te metan la mano a los bolsillos”.

Y así, tanto usuarios como choferes deben convivir con el riesgo de ser robados. Aunque algunos ya han sido víctimas, no se han atrevido a realizar las denuncias. Díaz, por ejemplo, cree que será una pérdida de tiempo y está convencido de que no recuperará su celular. Al contrario, podría exponerse a una represalia del delincuente, si llegasen a capturarlo.

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