Llegó a casa, dejó la mochila, se sacó el uniforme y pasó el resto de la tarde metido en su cuarto sin hablar con nadie. “Yo le preguntaba qué le había pasado, pero no respondía y solo decía que no quería volver a la escuela”, recuerda Julia.

Su hijo de 9 años era acosado por alguien de la escuela, pero ella no podía descubrir su identidad. Pasaron unos días, recuerda, y su hijo regresó con sangre en la camisa. Le habían golpeado la nariz.

Después de averiguar, supieron que el hecho ocurrió dentro del transporte escolar. “Fue Juan Fernando”, reveló su niño y culpó a otro niño de 10 años con el que compartía el transporte.

Fue gracias a una cámara de vigilancia que se descubrió que el autor del abuso era una niña de 9 años. “Ella lo golpeaba, insultaba todos los días y le decía a mi hijo que si la acusaba los otros niños le iban hacer más bullying. ‘¿quién te va a creer que una niña te pega?’”, le decía.

Pero las imágenes de las cámaras del vehículo revelaban la verdad sobre la agresiva niña. Y eso fue una prueba para que a la pequeña se la sancione internamente y a través de la Dirección Distrital de Educación.

Las cámaras dentro de los buses escolares son un apoyo tecnológico para el cuidado e integridad de los menores.

Oswaldo Guamán, de la Asociación de Transporte Escolar, señala que la instalación de estos equipos se incrementó a partir de casos que han conmocionado la ciudad, como la violación a una adolescente dentro de una unidad de transporte escolar.

“Nosotros nos encargamos de servir a los niños y a sus familias. La seguridad de ellos es tan importante y por eso tener cámaras es un buen mecanismo”, dice Roberto Panchano, transportista.

Los conductores cuentan que varias instituciones educativas también han solicitado que el recorrido de los niños se realice con dos personas a bordo: el conductor y el azafato, quien va vigilando que los niños estén bien.

Otros colegios, en cambio, han optado por solicitar que la conductora sea una mujer y otros más piden que las busetas tengan un sistema de monitoreo. Cuando salen de la escuela avisan a los padres que inicia el recorrido y le manda la ubicación. Ellos pueden controlar en tiempo real la localización del bus escolar.

“Después de ese caso que pasó en el colegio Dillon, uno como padre se queda más inquieto, siempre preocupado. Desde que nos mandan el recorrido del bus en tiempo real yo voy vigilando por dónde va. Si veo que se demora llamo al conductor”, dice Felipe Pinto.

Tiene 41 años y una hija de 14 años. Por estar su casa ubicada en el Valle de Cumbayá y el colegio en el sector de la González Suárez, su hija es la última en quedarse.

“Yo siempre le he enseñado que desconfíe un poco de las intenciones de la gente, porque no todos son buenos, algunas personas se acercan a los niños con malas intenciones”.

En su caso, los padres también han optado por pedir la carpeta del conductor y revisar que no tenga antecedentes.

En el colegio Dillon, los protocolos tras el suceso en donde una adolescente fue violada, son más estrictos, los estudiantes son informados sobre cómo alertar los casos.

Sin embargo, la tecnología todavía no se aplica. Esta es una herramienta más presente en los colegios particulares.

“Las cámaras de vigilancia son una herramienta. Para mí sí es importante que un bus escolar disponga de esta tecnología porque a veces los niños no dicen la verdad, tienen miedo y hay otros que son abusivos”, dice Yolanda Guzmán.

Su criterio es que también sirve para prevenir el bullying y actuar antes de una desgracia.