Con la globalización, lo que pasa en el punto más lejano del planeta nos afecte a todos por igual. Por eso, o nos damos la mano para solucionar los problemas, o permitiremos que las situaciones se prolonguen y agraven, con consecuencias mucho mayores. Se aplica para el calentamiento global y, en lo inmediato, para poner freno a la pandemia por coronavirus con la vacunación.

No tiene lógica la actitud de ciertos analistas de migración del primer mundo frente al “turismo de vacunas”. Por décadas, pacientes de diversa procedencia han viajado a los países desarrollados a realizarse operaciones quirúrgicas, chequeos o costosos tratamientos médicos, utilizando la visa de turista. Hoy, la falta de vacunas en países cuyos gobiernos han realizado una labor de inmunización ineficiente ha motivado a muchas personas a viajar al exterior para ser vacunadas. Este turista “especializado” durante su estadía compra ropa, tecnología, va al dentista, a parques de diversión, restaurantes, hoteles, etc., gastando cantidades muy superiores al bajo costo de la vacuna, reactivando el turismo y el comercio. Los gobiernos deben ser solidarios y visionarios, y analizar los costos-beneficios para la economía y la salud. Con cada persona que se vacune, estaremos más cerca de que termine la pandemia.