En esta segunda Navidad con COVID, la difícil situación sanitaria y económica trae implícita la tarea de reflexionar profundamente sobre la importancia de que cada quien tenga como meta diaria el mantenimiento de la paz, pero también la promoción de la salud, la educación y el bienestar común, de manera que se traduzcan en progreso y desarrollo.

Más que regalos, en esta fecha, y siempre, lo primordial es la existencia de familias unidas, de ciudadanos conscientes, de autoridades comprometidas y responsables, que actúen inspiradas por el amor, el respeto, la honestidad, la solidaridad…

Los ecuatoriano anhelamos el liderazgo de un presidente capaz de motivar y conducir al país hacia la recuperación, con el sacrificio de todos, sí, pero con la certeza de que el Gobierno luchará, sin claudicar, contra la corrupción y la impunidad, que gestionará incansablemente la recuperación de lo robado, que velará porque los impuestos y contribuciones que se recauden lleguen al destino correcto. Esperamos asimismo, una Asamblea con miembros íntegros, que se dediquen a promulgar las leyes necesarias para recuperar la justicia y la seguridad; jueces, fiscales y abogados probos; ciudadanos participativos y propositivos. En síntesis, requerimos la conversión de todos y cada uno de los ecuatorianos.