Ecuador vive una crisis económica de proporciones nunca antes registradas en su historia reciente. Hablar de empleo adecuado, inadecuado o de subempleo no es valedero cuando el número de desempleados ha crecido en más de medio millón de personas (casi un 10 % en menos de un año, y la cifra va en aumento) debido a la pandemia. Y si bien la COVID ha matado a miles de ciudadanos, la crisis económica podría matarnos de hambre.

Las autoridades tienen la obligación de actuar, pero la ciudadanía también debe luchar por su supervivencia. La promesa de que la vacuna llegará en enero genera mucha esperanza, pero ¿es realmente la única solución? Hay muchos frentes abiertos y se requieren decisiones. No existe fecha concreta para el regreso a clases en la costa, ni un plan para retornar a las oficinas, ni para reabrir discotecas y bares. No es admisible esperar a que la economía se reactive por arte de magia, detenidos en un limbo, deseando que se presenten oportunidades. Es momento del esfuerzo individual y colectivo para sacar adelante al país. Urge que las autoridades fomenten el trabajo y planifiquen la reapertura de negocios, creando las condiciones necesarias para retomar el ritmo productivo. Como ciudadanos responsables debemos cuidar nuestra salud, pero también reactivarnos.