Los tricolores de Esmeraldas olvidada

Salen de la negritud esmeraldeña que gobiernos y Estado olvidan. Dejen la hipocresía. Atiendan a la Esmeraldas olvidada.
Últimamente el fútbol, esa metáfora, realidad, fantasía, mito, leyenda, espectáculo, negocio planetario, multicultural crea y recrea vida. Es mágico. Devela y rebela cosas ocultas: Garrincha, Pelé, Maradona, etc., fueron pobres, como otros en provincias, cantones olvidados. Hace décadas los futbolistas negros brillan, dan prestigio a la diversidad nacional del Estado que los margina. Lo paradójico: mientras la Conaie paraliza y destruye ciudades, los montuvios producen divisas. Negros y montuvios pueden pararse pero saben que eso afecta su comida diaria. En fútbol la Esmeraldas olvidada hace brillar la tricolor. De ahí salen no solo chigualos, cocadas, encocados; también los Sandiford, pesistas, luchadores, basquetbolistas y esa pléyade de cracs del fútbol. Esto último confundió a los alemanes, creyeron que nuestra selección era de África. Jaime, Tirso y Preciado se autollamaban negros como los Sandiford. Esmeraldeños son la mayoría de futbolistas de la tricolor. Nacieron en esta tierra olvidada, de bosques talados, cangrejales y poblaciones marginadas, donde hoy reinan la violencia, el temor y la muerte. Sus cracs hacen brillar al amarillo, azul y rojo, cantan su himno, flamean la bandera del país que los margina. Mientras ellos entregan fuerza, energía, vehemencia, etc. en cada partido. Ya es hora de que se midan no los ‘dribblings’ de esos cracs, la marimba y el candombe sino sus necesidades básicas. Ellos no irán a destruir el Quito colonial que amamos. Solo piden ser atendidos. Rechazan el racismo de algunos mestizos e indígenas. Gritan: ¡atiéndanos, atiéndanoooos! Descienden de Yllesca, de la manumisión. Salen de la negritud esmeraldeña que gobiernos y Estado olvidan. Dejen la hipocresía. Atiendan a la Esmeraldas olvidada. Su fútbol “no se agota en su negritud”, pues “primeramente, soy un hombre, luego soy un hombre negro, con determinadas características étnicas que no me abstraen de mi condición esencial de ser humano que comparte con todos sus semejantes dolores y anhelos inherentes a todas las etnias del mundo… No se agota en el ámbito de la negritud, sino que entraña el aliento de todo lo humano, las realidades y las voces insustituibles de todos los hombres que en ella pugnan por expresarse” (Antonio Preciado).