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Ricardo Arques: Las incógnitas del silencio

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Necesitamos ver qué esconde el presidente bajo su aire juvenil y desenfadado antes de que se le pase el tiempo y pierda el crédito

Los roles de la comunicación han dado escasa o nula importancia al valor del silencio, es decir, a comprender lo que sucede no por lo que se dice, sino por lo que se calla. La habilidad de interpretar con acierto la realidad del país por los silencios plantea todavía una difícil tarea en esta nueva andadura política.

¿Quién es Daniel Noboa: una persona impulsiva y visceral, o un líder consciente de que las urgencias nacionales no permiten discrepancias ni rezagos internos? El nombramiento, cese y sustitución casi en el tiempo de seis gobernadores, ejecutado la pasada semana mediante decreto y sin mediar explicaciones públicas, deja abierto este interrogante sobre nuestro presidente. Es la segunda vez que actúa con igual firmeza sin alcanzar todavía el mes de mandato. En la primera fulminó como el rayo a su compañera de fórmula, Verónica Abad, a quien envió a Israel para que mediara desde allí por la paz entre judíos y palestinos. Y aunque la encomienda es misión imposible, y aunque afecta a la mismísima Vicepresidencia de la República, el país desconoce aún por qué el presidente diluyó en la nada a la segunda autoridad del Estado. Su comportamiento público, bastante discreto, bastante parco, tampoco deja pistas sobre su personalidad como máximo líder de la nación. Si Daniel Noboa es impulsivo y visceral como otros presidentes vividos y sufridos, que Dios nos coja confesados. Si Daniel Noboa es como la recordada expresidenta británica Margaret Thatcher, mano de hierro en guante de seda, hay esperanza. Necesitamos ver qué esconde el presidente bajo su aire juvenil y desenfadado antes de que se le pase el tiempo y pierda el crédito, porque, aunque de lejos, empieza a envidiarse la actitud del argentino Milei, francotirador antes que emperador. Las turbias maniobras de su grupo en la Asamblea, consecuencia de un turbio pacto, sus pulsos y ritmos en asintonía total con la angustia galopante y creciente del país, no ayudan a su credibilidad y liderazgo. Tampoco su plan de comunicación: rácano, telegráfico y frío como los soportes que lo difunden. ¿Quién es Daniel Noboa: el líder firme de la nación o un aliado blando de la vil política? El presidente debe asumir, eso, lo que el país espera: que es el presidente y que de su voz debe nacer la esperanza. Ecuador vive expectante, urgido, contraponiendo a su silencio un grito desesperado que implora acción y mano dura, sin contemplaciones, contra el enemigo.