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Modesto Apolo: Guerra sin cuartel

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Toda guerra tiene bajas y la rendición llega solo cuando las tropas son reducidas al mínimo, anulando la posibilidad de respuesta

Se entiende por estado de guerra a la lucha armada entre dos o más naciones, o entre dos o más bandos.

En todo escenario de guerra existen las fuerzas militares y del orden; las fuerzas agresoras, y desde la sociedad civil, las fuerzas de resistencia, ciudadanía organizada para repeler al agresor, ayudando con logística, información y acción a las fuerzas del orden.

El 2023, siete mil ecuatorianos fueron masacrados por la delincuencia organizada.

Inconcebiblemente, vivimos la apología del delito a través de leyes y sentencias que aseguran la impunidad, proceso que en 15 años nos convirtió en el narco-Estado que somos.

Los hechos del pasado 9 de enero pudieron haber sido un distractor, para con el caos y terror en la población, obligar a las fuerzas del orden a abandonar los operativos regulares en busca de armas y delincuentes prófugos. Coincidencia o no, el estallido se dio luego de la fuga de Fito y Fabricio Colón Pico.

Pensar que el caos haya sido el distractor para que los prófugos hayan salido del país por alguna ruta clandestina no es descabellado si consideramos que no hubo intento de golpe de Estado, ni manifiesto ideológico, ni reivindicación de derecho alguno, ni pretensión a revocatoria de decreto alguno, solo se generó caos.

Les salió el tiro por la culata porque generaron las condiciones para que el presidente Noboa declare el estado de guerra interna y ahora sí, a combatir a sangre y fuego a la delincuencia.

En este punto hay que tener en claro los roles: a) los enemigos, que son la delincuencia organizada, narcotraficantes y sus operadores, incluidos sicarios, narcojueces, narcolegisladores, etc.; ´b) las fuerzas del orden son el grupo operativo en el combate contra los delincuentes; y c) la sociedad en la lucha debe asumir el rol de la resistencia, dando información y defendiéndose, en lo posible, del embate de la delincuencia.

Toda guerra tiene bajas y la rendición llega solo cuando las tropas son reducidas al mínimo, anulando la posibilidad de respuesta. Bajo tales consideraciones, asumamos cada uno nuestro rol y que la guerra sea sin cuartel, señor presidente.