Confinamiento y efectos secundarios

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Espero que pronto no vivamos pidiéndole permiso al virus, sino a partir de nuestros propios cuidados y responsabilidad.

Cuando comenzó todo esto de la pandemia yo, como muchos de ustedes seguramente, aceptaba sin siquiera dudar el confinamiento que se nos ordenaba para mantenernos a salvo. Sin embargo, y esto es algo que nunca debemos perder de vista, encerrarnos para evitar contagios y muertes era la vía más fácil de que el día de mañana una u otra persona no pueda ser reprochada por los desastrosos efectos sanitarios de la pandemia.

En Estados Unidos, el Dr. Atlas y el Dr. Battacharya de la universidad de Stanford, escribieron un artículo refiriéndose a la falsa dicotomía que se nos presentó cuándo el virus recién llegó: quédate en casa o tú o alguien de tu familia puede morir. En Nueva York, por ejemplo, se confinó a los sanos y se expuso a los vulnerables. ¿Qué quiero decir? El gobernador del estado ordenó a todos los habitantes a quedarse en casa con la excepción de trabajadores esenciales mientras, por cuerda separada, se ordenaba a los asilos aceptar el ingreso de pacientes con COVID. De más está decir que el resultado fue centenares de miles de muertos que se pudieron evitar.

Con corte al 28 de septiembre Nueva York tenía una tasa de 170 muertos por cada 100.000 habitantes. Por otro lado, Florida, que nunca tuvo un confinamiento tan severo como NY y lleva meses reabriéndose, tiene menos de la mitad. ¿Será que el confinamiento no era la solución? No pretendo darles una respuesta a esa pregunta, pero sí terminar hablándoles de los efectos secundarios del confinamiento. Según la CDC de EE. UU., un 40 % de adultos a finales de junio sufría de abuso de sustancias, alcoholismo, trastornos de ansiedad, depresión… ¡1 de cada 10 adultos pensó en suicidarse! Ahora incluso hay estudios que ubican la tasa de mortalidad del virus entre el 0,26 % y 0,5 % de contagiados (10 veces menos que la que estima la OMS).

Somos seres humanos y necesitamos contacto humano, ver a nuestros familiares; los niños necesitan sus clases, ver a sus compañeros. Espero que pronto no vivamos pidiéndole permiso al virus, sino a partir de nuestros propios cuidados y responsabilidad.