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Joaquín Hernández: Patada bolivariana

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“¿Qué se puede esperar de un burro sino una patada?”, comentaba hace unos días el vocero de la presidencia de la República Argentina, Manuel Adorni...

La descarada, cínica y matonil maniobra del gobierno dictatorial de Nicolás Maduro de inhabilitar la candidatura de María Corina Machado y, casi inmediatamente, la de la académica Corina Yoris, volvió a demostrar el desprecio que este régimen siente por la democracia y también sus miedos de que, ante un cambio en el poder, sus hechos sean juzgados y sus responsables paguen tanta muerte y destrucción. “Furia bolivariana”, llama Maduro a esta embestida contra la democracia. Por supuesto, tampoco hay que ser absolutamente optimistas. Los militares argentinos y chilenos que participaron en actos de naturaleza similar durante las dictaduras de los años 70, fueron perseguidos y enjuiciados. Muchos de ellos dieron con sus huesos en la cárcel y ahí murieron. En cambio, los que han cometido actos semejantes en los regímenes de izquierda no han sufrido similares destinos. Basta señalar el caso de la dictadura de los hermanos Castro en Cuba, que destruyó ese país que cada vez más se encuentra en peores condiciones sociales y económicas y donde sobrevivir es la única alternativa. Mientras, muchos gobiernos latinoamericanos, en nombre de la no intervención en asuntos de otros países y de compadrazgos en nombre de ideologías que están en algún museo del horror, les continúan dando venia y otorgándoles el nombre de democráticas.

“¿Qué se puede esperar de un burro sino una patada?”, comentaba hace unos días el vocero de la presidencia de la República Argentina, Manuel Adorni, en respuesta al comentario del canciller de Venezuela, Yván Gil, que le había tildado de “cara de tabla” y llamado “neonazi” al gobierno argentino. La respuesta de Adorni describe con claridad la índole del gobierno venezolano y muestra lo infundado de confiar en acuerdos como los de Barbados, que nacieron muertos desde el comienzo. No es posible negociar con quienes desprecian las reglas del juego. Muy en línea con la posición del gobierno de Milei, Argentina ha dado asilo en su embajada en Caracas a seis dirigentes venezolanos de la oposición. Maduro ni corto ni perezoso ha cortado la luz y el agua a la embajada e incluso los funcionarios de la empresa eléctrica se llevaron hasta los fusibles. Los defensores de derechos humanos y de la democracia callan. Tampoco hay que hacerse ilusiones. Las guerras culturales no se libran alegando razones sino desmontando relatos.