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Mohamed A. El-Erian | Crece el riesgo de desorden mundial

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A medida que las potencias intermedias se hacen valer cada vez más en el escenario mundial, alentarán a los países más pequeños

El año 2023 no fue bueno para el orden económico mundial capitaneado por Occidente. Sorprende que el motivo principal no sea la aparición de un orden alternativo liderado por China, como algunos anticiparon, sino el estrés interno que impulsó dudas en el mundo sobre su eficacia y legitimidad.

Es poco probable que surja un nuevo orden internacional en el corto plazo; en lugar de ello, a medida que más países deciden autoasegurarse creando alternativas al orden capitaneado por Occidente, la economía mundial corre el riesgo de una mayor fragmentación, que erosionaría el liderazgo estadounidense y aceleraría la transición sistémica hacia el desorden.

Las dudas sobre el orden económico capitaneado por Occidente comenzaron mucho antes de 2023: durante los últimos 15 años su credibilidad y aceitado funcionamiento se vieron socavados por errores políticos que derivaron en una serie de trastornos (como la crisis financiera mundial de 2008, el creciente uso como armas del comercio y de las sanciones a la inversión, la distribución desigual de las vacunas contra la COVID-19, la clasificación incorrecta de la inflación como «transitoria» por parte de los bancos centrales, y las consecuencias de las agresivas subas de las tasas de interés bancarias).

El sistema multilateral sufrió además por su incapacidad para lidiar con desafíos mundiales urgentes, como el cambio climático y la aplastante deuda del Sur Global. Con la intensificación de esas presiones, las instituciones dominadas por Occidente son percibidas como cada vez más ineficaces e insuficientemente inclusivas. Se ha puesto en duda la eficacia y legitimidad del orden internacional capitaneado por Occidente y plantean el riesgo de acelerar la transición en curso de una economía mundial unipolar a una multipolar.

A medida que las potencias intermedias se hacen valer cada vez más en el escenario mundial, alentarán a los países más pequeños alineados con Occidente a contemplar la perspectiva de convertirse en ‘estados pendulares’. Las potencias occidentales deben enfrentar esa amenaza de manera directa. Aunque revertir el daño ocasionado llevará tiempo, los líderes políticos deben centrarse en mitigar el riesgo de una mayor fragmentación y anticiparse a una rápida caída hacia el desorden internacional, fortaleciendo la arquitectura multilateral existente. Esos esfuerzos deben comenzar revigorizando las iniciativas existentes para reformar instituciones clave, comenzando con el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.

Se debe hacer foco en la capacidad de expresión y la representación, desmantelando los procesos obsoletos para el nombramiento de autoridades que benefician a Occidente y modernizando los procedimientos operativos. Esas reformas son fundamentales para el orden capitaneado por Occidente, que ha resultado beneficioso para el mundo desde fines de laA medida que las potencias intermedias se hacen valer cada vez más en el escenario mundial, alentarán a los países más pequeños

Si se permite que fracase el marco internacional actual, no será reemplazado por un nuevo sistema fijado por China, sino por más desorden mundial. Eso nos perjudicaría a todos a corto plazo e inhibiría nuestra capacidad colectiva para enfrentar los crecientes y complejos desafíos que enfrentamos a largo plazo.