Carlos Emilio Larreátegui | Publica o muere

La universidad debe cultivar el pensamiento crítico, formar ciudadanos y generar conocimiento con propósito
Esta frase se ha convertido, hoy por hoy, en mantra de muchas universidades alrededor del mundo. En las últimas dos décadas, las instituciones de educación superior han experimentado una auténtica fiebre por la investigación. Impulsadas por ‘rankings’ internacionales que ponderan la producción científica como criterio clave en su clasificación, las universidades se han volcado, como nunca antes, a publicar.
Si bien la investigación es un pilar esencial de la universidad y una condición necesaria para el desarrollo de los países, no puede convertirse en un fin en sí mismo, como ha venido ocurriendo en el mundo académico. El objetivo de la universidad no debe reducirse a la acumulación de ‘papers’, sino a cultivar el pensamiento crítico, formar ciudadanos y generar conocimiento con propósito.
Los efectos perniciosos de esta obsesión se evidencian en numerosos escándalos relacionados con la investigación. Desde fábricas de artículos científicos de ínfima calidad hasta publicaciones sustentadas en datos falsos, la presión por publicar, sin controles éticos rigurosos, ha socavado la integridad académica incluso en las instituciones más prestigiosas. Hace un par de años, Harvard se vio obligada a despedir a la profesora Francesca Gino y revocar su nombramiento permanente (’tenure’, en inglés), tras descubrir la manipulación deliberada de datos en varios de sus estudios. Irónicamente, su campo de investigación era la honestidad y la transparencia en el entorno laboral.
La presión por publicar, cuando se divorcia de principios éticos y del compromiso con la verdad, se convierte en un cáncer que corroe la credibilidad de la ciencia y de las universidades. Es imprescindible que las instituciones de educación superior reafirmen su misión educativa y su responsabilidad con la sociedad, colocando la formación integral del ser humano -no la carrera por escalar en los ‘rankings’- en el centro de su quehacer.
Porque una universidad que publica mucho, pero forma poco, traiciona su propósito más noble: transformar a la sociedad a través del conocimiento y la verdad.