La salvación

Es un camino largo y no es fácil, pero en algún momento hay que transitarlo
No soy experto en seguridad o en lucha contra la corrupción, pero sí soy ciudadano con lógica y sentido común que siente los golpes de la inacción de un Estado que por años nos ha fallado y nos sigue fallando. Luego de pensar y repensar, creo que encontré la solución a gran parte de los problemas presentes y futuros del país: la educación. A algunos les parecerá obvia mi conclusión, pero no lo es tanto si aún nuestros iluminados políticos no la han visto.
No me refiero a acumular licenciaturas, diplomados, maestrías o doctorados. Ya hemos experimentado cómo un expresidente con doctorado termina sentenciado y prófugo de la justicia, y como a otro con bachillerato le quedó muy grande la banda presidencial. Me refiero a educación en valores, ética y moral. La verdadera pelea, la que nos permitirá romper las cadenas de las mafias del narcotráfico, de la compra con sobreprecios de medicinas e insumos en los hospitales del IESS y del Ministerio de Salud, de los políticos ineptos que se creen dueños de los recursos de todos para administrarlos a su antojo, está en las aulas y en las casas.
La ética y la moral, tan escasas en estos tiempos, arman un escudo contra la corrupción, que le cuesta al país 7.000 millones de dólares al año, según datos de la Organización Mundial de las Empresas al año 2020. Es el escudo que nos permitirá tener funcionarios públicos honestos que se ofenderán al mínimo intento de sobornarlos, y alejará a los niños y niñas de las garras de la delincuencia.
Pero de nada sirve inculcar estos valores en las escuelas si dentro de casa se practica lo contrario. Si se sigue normalizando que el padre o la madre le dé un ‘billetito’ al profesor para que lo pase de año al hijo o al vigilante de tránsito para que obvie una multa justificada. Si seguimos viendo con indiferencia a familias que ven en la delincuencia su único sustento ante la falta de oportunidades. No podemos normalizarlo.
Solo así tendremos una sociedad menos anestesiada ante la corrupción. Solo así tendremos menos niños en las calles portando un arma porque crecieron en un ambiente familiar fuera de las garras de las mafias.
Es un camino largo y no es fácil, pero en algún momento hay que transitarlo.