Desde que el exdirigente de la FEF Luis Chiriboga Acosta fue acusado por lavado de activo, destituido y detenido el 4 de diciembre de 2015 por estar vinculado en el caso FIFAGate, por haber recibido, presuntamente, $ 6,1 millones, ingreso que no pudo justificar (por ello el Comité de Ética de la FIFA lo sancionó de por vida con no poder ocupar cargo deportivo alguno), el fútbol ecuatoriano tiene una mala racha a nivel de la selección mayor, quedando la sensación de que fue un mal augurio. De los sucesores en la presidencia, Carlos Villacís salió por problemas y fue cuestionado duramente, dejando a la institución con problemas económicos, éticos y técnicos. Un caso fue el del técnico Hernán Darío Gómez, que se llevó más de $ 4 millones por su acuerdo de contrato finalizado. Luego de Villacís siguió Francisco Egas, quien desde el inicio tuvo controversias por ciertos indicios de presunta corrupción. Por eso la mayoría del directorio de Ecuafútbol lo desconoce como presidente y en un congreso extraordinario de clubes se da el respaldo a Jaime Estrada, caso que fue denunciado a la Conmebol y a la FIFA por Egas, quien hasta ahora es reconocido por las dos instituciones. La Conmebol pide a Estrada y a Egas abstenerse de dar declaraciones. Mas la disputa tiene efectos colaterales que podrían entorpecer al fútbol nacional con miras al inicio de las eliminatorias mundialistas. Otro aspecto que afecta a la Ecuafútbol es la contratación del técnico Jordi Cruyff y de Antonio Cordón, quienes ya dejaron la dirección técnica de la selección sin dirigir una sola práctica, peor un partido, y sus salidas costaron $ 1’175.000. Esto es una pequeña apología de las secuelas de la imagen de la FEF a partir de lo sucedido con Chiriboga. Hay que dejar de lado pasiones personales y politiqueras. La desbordante corrupción que nos aflige y que nos tiene inquietos a los ecuatorianos, se da en todos los niveles.

Lic. Robespierre Rivas R.