Los que partieron

He tratado de encontrar una definición que calce a esos emigrantes en el diccionario de la Real Academia española pero el término adecuado se oculta

El título trata de ser un mensaje para quienes emigraron a Europa y preferentemente a EE. UU., que jamás volvieron a poner sus pies en la tierra que los vio nacer; incluso algunos ya reposan o fueron cremados bajo otros cielos. Ellos dieron el salto de adquirir otro ‘modus vivendi’, otras costumbres, maneras de sentir empatía, actitudes de comportamiento desconocidos para nuestra idiosincrasia. Algunos llegaron al extremo de no cursar un mínimo saludo con sus progenitores y amigos. He tratado de encontrar una definición que calce a esos emigrantes en el diccionario de la Real Academia española pero el término adecuado se oculta. Ingratos no son, ya que el olvidar beneficios recibidos no los torna dueños de ese calificativo; simplemente consideran en su ego que lo recibido no fue un beneficio, sino un derecho. Desafectados no son, pues demuestran afecto a quienes tienen cerca (esposa e hijos conseguidos en su nuevo “estatus”). Inhumanos tampoco, ya que no son bárbaros ni crueles. No nos queda más que recurrir al léxico de la cotidianidad del sabio pueblo llano para identificar a aquellos sombríos elementos que incluso optaron por conveniencia u otras causas por una nueva nacionalidad. El término fue: se esfumaron. Aunque no desaparecieron del todo, porque en esta patria se vive con un gran corazón. En las tertulias son referenciados y en cada miembro de sus familias o en sus amigos que perecen, ellos también mueren, no física, pero sí figurativamente. Los que contaron sus aventuras dejarán de trasmitir las anécdotas que protagonizaron antes de partir, para esfumarse en la vorágine de la insensatez que se perfila a extraviarse en el infinito.

César A. Jijón Sánchez