Cartas de lectores | La incesante búsqueda de la inversión extranjera
Ecuador nunca ha sido atractivo para la inversión extranjera
Todo país necesita sostener su crecimiento económico sobre pilares como: capital físico, humano, innovación, instituciones sólidas y un entorno macroeconómico estable; si estos se combinan correctamente, cualquier nación podrá avanzar hacia el desarrollo. Ahora bien, ¿Ecuador cuenta con estos pilares? Lamentablemente, no. Como una mesa mal nivelada, el país no puede sostener elementos clave como la inversión extranjera directa (IED), esencial para impulsar el crecimiento económico.
Ecuador nunca ha sido atractivo para la inversión extranjera. En 2018 recibió 1.455 millones de dólares; en 2019, 966 millones; en 2020, 1.016 millones; en 2021, 620 millones; en 2022, 876 millones; en 2023, 371,9 millones; y en 2024, apenas 232 millones, según el Banco Central del Ecuador. Esto nos ubica entre los cinco últimos países en Latam, junto a Haití, Nicaragua, Venezuela y Cuba. Los picos de inversión se dieron principalmente en el sector minero e hidrocarburos, pero una vez terminadas las fases de construcción, la inversión cae, aunque se mantienen ingresos por exportaciones.
La IED representa apenas el 0,31% del PIB, frente al 1,7% en Paraguay, 2,8% en Argentina, 4,1% en Brasil, 5,8% en Perú, 6% en Colombia, 7,2% en Chile y 12% en Uruguay. ¿Qué hacen ellos diferente? Cuentan con seguridad jurídica, respeto institucional, acuerdos bilaterales de inversión y mercados laborales más flexibles que el ecuatoriano.
Aunque esos países también tienen desafíos, al menos están actuando de forma distinta a Ecuador. El presidente Noboa está realizando una gira internacional para buscar financiamiento y promover al país como destino de inversión. No es una carrera de velocidad, sino de resistencia. Aunque partimos con desventaja, tenemos una nueva oportunidad para hacerlo bien. No basta con decir “vengan a invertir”, hay que reformar leyes, mejorar la justicia, reducir la inseguridad jurídica, facilitar la creación de empresas, eliminar trabas burocráticas, erradicar la corrupción y coordinar mejor las funciones del Estado.
Los resultados no serán inmediatos, pero si hay voluntad política, es posible convertirnos en un destino atractivo para la inversión. Ojalá los actores políticos, especialmente quienes gobernaron apostando al gasto público, comprendan que ese modelo nos dejó endeudados y rezagados en la integración comercial, financiera y de inversiones.
Jorge Calderón Salazar