El centro de España ha sufrido este año un récord histórico de calor y lluvia torrencial. Lejos de compensarse ambos hechos, corresponden al sistema climático de grandes desiertos como el Sahara. Se inauguró el congreso climático mundial, la COP28; muchas ‘cumbres’ o barrancos de bellas palabras que muestran que estamos perdiendo la batalla por un mundo vivible. El hecho de que se ‘celebre’ la cumbre en Dubái, un petroestado, lejos de ser paradójico, como si fuera una casualidad, es la mejor comprobación del ritmo creciente del desastre mundial. Cuanto más desigual es una sociedad, cuando hay más pobres y solo algunos multimillonarios -máxime cuando estos lo son por tener una mina de oro o un pozo de petróleo-, estos se entretienen dando limosnas para adormecer al pueblo. El que ‘nuestro’ sistema económico haya permitido ese monopolio nos está llevando a la ruina física del planeta; no nos coordinamos lo suficiente para evitar el infierno al que nos están conduciendo, en el que también ellos caerán, por más que algunos, que están ya en la Luna, sueñen que podrán sobrevivir en Marte.

Diego Mas