Cartas de lectores: 24 de Mayo de 1822

Seguro surgirán muchas preguntas, pero lo importante son las respuestas que nos lleven a la acción de proseguir

Una fecha épica para nuestra patria, que se iluminó con la luz de la libertad al terminar con 288 años de colonización española en las faldas del Pichincha, frente a Quito, como parte del magno proyecto emancipador que la rebelde Hispanoamérica había emprendido, liderado por Simón Bolívar y José de San Martín. 

Conocer y analizar hechos como este con conciencia histórica-crítica, debe llevar a las sucesivas generaciones a interiorizar su responsabilidad social en el tiempo que les ha tocado vivir, entender los problemas de esa realidad en sus reales causas, y llegar a la toma de decisiones y acciones acertadas que el presente demanda. Tal es el objetivo de la investigación histórica. ¿Qué lecciones da el hecho histórico que nos ocupa? 

Fue la visionaria y solidaria Guayaquil que, al conseguir su independencia y enarbolando el lema Guayaquil por la Patria, organizó y cubrió económicamente la movilización de un fuerte ejército para lograr la liberación total de los territorios de la Audiencia. La independencia del puerto despertó tal entusiasmo que muchas poblaciones se declararon libres, y al paso del batallón los pobladores llenos de fervor patriótico se le unieron al grito de “Viva la libertad”; esa libertad que era la esperanza que cambiaría sus vidas. 

Así, montuvios costeños, indios, negros esclavos y mestizos pobres ascendieron los Andes entre triunfos y fracasos, hasta que llegó Antonio José de Sucre con un regimiento que, en duros enfrentamientos, logró la victoria definitiva: ¡Quito era libre! Pero, ¿quiénes eran libres? ¿Quiénes se beneficiaron de esta innegable gesta heroica?

 La clase emergente, los ricos criollos, herederos de grandes fortunas en extensas tierras llamadas latifundios: la estructura económica política y social colonial la recibieron sin alteración. ¿Qué pasó con los otros grupos sociales que aportaron tantas vidas por la libertad? Nada, absolutamente nada. Los negros siguieron esclavos; los indios, pegados inhumanamente a la tierra, minas y obrajes. 

Todo siguió igual. Pero, ¿por qué tanta injusticia con los más vulnerables y desposeídos seres humanos? ¿Nuestro país habrá heredado, aunque mimetizadas, estas injustas estructuras de explotación que marginan a una numerosa parte de la población de sus derechos como personas? Seguro surgirán muchas preguntas, pero lo importante son las respuestas que nos lleven a la acción de proseguir, colectivamente, el proceso histórico del Ecuador por una verdadera libertad, con justicia y paz para todos.

Rosa Lalama Campoverde