Un acordeón azul cuelga de la pared. Junto a él, unas manos se aproximan, pero no lo tocan. Yacen ahí, inertes. Una sensación extraña, incompleta inunda la sala. De los muros, otros instrumentos suspendidos aguardan ser tocados, sin éxito.

Recorrer Soplo es recorrer un concierto fantasma, elaborado a base de melodías que no existen.

Para el artista Santiago Reyes, la disposición de los elementos que convergen en la sala principal de la galería N24 de la capital, se unen para generar una instalación que entabla un diálogo entre el presente, lo ausente, el silencio y el espectador.

La idea, explica, surgió hace décadas, cuando trabajaba con el concepto del aura. “En el año 93 empecé a trabajar con la idea de las auras que rondaban alrededor de los cuerpos, de los vestigios que quedan después de una acción a través de la pintura… Estas huellas me interesan, porque pueden ser hechas en un segundo o hace siglos, pero no lo sabemos. Lo que queda es el rastro de la acción”, comenta.

Agrega que para ello investigó en las numerosas pinturas que quedaron plasmadas en cavernas a nivel mundial y que fueron elaboradas por el hombre ancestral. Allí, señala, el vestigio cuenta una historia de un periodo de la humanidad pero, sin una explicación de lo creado, es el espectador el que elucubra sobre lo que las pinturas muestran y sobre quién las creó.

Para elaborar la muestra, Reyes colocó una serie de instrumentos a lo largo de la sala y, junto a ellos, sopló barbotina de diferentes tonalidades de arcilla para capturar las formas de las manos que ofrecen la acción incompleta del tacto y de la musicalidad.

Desde el techo, cuelgan espejos, que permiten al espectador transportarse a través de la mirada a otras temporalidades. “Los espejos funcionan a manera de huecos negros, desde donde uno ve reflejado las improntas de las acciones, y que cambia continuamente desde el ángulo en que uno observa”, añade.

El curador de la exposición, Eduardo Carrera, añade que Soplo es “una oda al surrealismo, al ‘ready-made’ y al arte rupestre; desafía la percepción del tiempo y el espacio. Cada instrumento, una vez destinado a producir melodías, se transforma ahora en una escultura. Sin embargo, el aire está impregnado de una promesa latente de musicalidad suspendida, como si el tiempo se detuviera y los músicos desaparecieran, y dejaran su rastro en un soplo. Una imagen conmovedora sobre el transcurrir del tiempo, la vida y la muerte”.

Para el artista, además, la muestra es una oportunidad para la reflexión sobre lo efímero del tiempo y lo que permanece cuando uno ha partido. “Me gusta que mis obras permitan a quien las mira acercarse a otros puntos de vista en relación al mundo. Es lo que me interesa”, dice.

Soplo estará abierta al público hasta el próximo 26 de enero y se puede visitar de martes a sábado, a partir de las 11:00.

• Una vida dedicada al arte

Nacido en 1971, Reyes se inició muy joven en la pintura. Sin embargo, tras mudarse a Francia, incursionó en la exploración de distintos formatos del arte. Su obra explora el cuerpo, el espacio público, el arte relacional y destaca por su enfoque renovado en el performance y las metodologías queer.

A través de sus performances, el artista difumina las fronteras entre lo privado y lo público, y explora la corporeidad y su impacto emocional. En performances previas, reflexionó sobre el baile y el sudor como testimonio tanto físico como emocional. Besando un vidrio con

labial, fusionó lo íntimo con el paisaje natural de las montañas.

Sus acciones, incluyendo retratos de varios de sus amantes dibujados sobre las paredes de galerías y museos tras encuentros íntimos, transmiten una sensación de presencia ausente.

En el último año, sus piezas han sido exhibidas en las muestras ‘Se escribe en mis huesos’, en Marsella, Sweat en Munich, e Historias de la danza en Sao Paulo.

• Apostar por lo efímero

Tras dedicar varios años a la pintura, Reyes, artista quiteño radicado en París, descubrió el performance y, con él, una nueva forma de aproximarse al arte.

“El performance es una acción efímera que se desarrolla en un espacio y en un tiempo preciso. Sin embargo, he estado trabajando en los rastros del performance y en cómo esos rastros pueden prolongarse en el tiempo”, señala.

Entre sus principales ejes de creación están la interrogación acerca de las relaciones entre el individuo y la cultura, la permeabilidad de las fronteras que separan lo público de lo privado, la fugacidad de las relaciones humanas, la mutabilidad de las nociones de origen y de pertenencia, así como una conciencia aguda de la temporalidad, la movilidad y el desplazamiento.

Para este, Soplo ofrece un punto medio entre lo efímero y lo duradero, logrando generar el acercamiento de la acción al montaje de lo definido. “Quería entrar al campo de lo incierto. Estas huellas pueden ser hechas ayer como hace treinta mil años. Son firmas elaboradas en un espacio intangible y que hacen un análisis sobre la relación del hombre con lo que lo rodea”, indica.

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