Desde pequeña, Paula García fue cogiendo cancha en el ámbito musical. De su época colegial recuerda con claridad haber pertenecido siempre al coro. Con esas presentaciones poco a poco fue perdiendo cualquier tipo de vergüenza que ocasionalmente sentía cuando estaba parada en un escenario.

De parte de su mamá, Ana María, recibía palabras de incentivo constantes. El talento le venía como una suerte de herencia familiar. “Escuchaba a mi abuelita cantar mientras hacía sus cosas, fue a la primera persona que oí de pequeña”, recuerda.

Su mudanza a Quito a los 16 años marcó un antes y un después. Conoció y visitó la Universidad San Francisco y ahí la presentaron en un programa dedicado a la música, en convenio con el Berklee College of Music de Boston. “No fue para nada difícil decir que me quería dedicar a esto profesionalmente. Siempre tuve el apoyo incondicional de mis papás ”, reconoce.

Para la guayaquileña, en Ecuador hay un problema y es que la gente no quiere ni le gusta escuchar nueva música, entonces se enfrenta constantemente a un público que no es tan abierto como otros. Para su suerte, tiene un grupo de contención que son los músicos con los que trabaja así como los dueños de los bares y venues de la capital que siempre le abren las puertas para que toque.

Actualmente está disfrutando a pleno su estado de ser solista, porque es la “dueña del barco” y se respeta su decisión y criterio. Señala que antes había pertenecido a grupos y siempre tiene que haber encargados de cada una de las cosas a desarrollar para salir adelante con la promoción y las tocadas.

• Pequeñas acciones, grandes cambios

“La primera ola nace de una exigencia personal de cómo poder seguir ciertos sistemas de antes, pero transformarlos en algo nuevo. Por ejemplo, antes yo comía carne y pollo y ahora me doy cuenta de cómo esas industrias maltratan animales y entonces decido hacer algo diferente. Esa exigencia de cómo con acciones pequeñas pueden impactar en algo grande. Las culturas tradicionales las puedes ir transformando con tu manera de ser”. Revela que aún está en el proceso de encontrar su sonido, pues es importante señalar que uno está en constante cambio, el cuerpo se mueve y cambia y por ende la voz también.