Cultura

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La cocción. Rosa Corrales va dando el cocido adecuado a los granos de cebada.Yadira Illescas / EXPRESO

Una ruta rememora a los ‘mashqueros’ de Latacunga

Está en el occidente de la capital de Cotopaxi Después de la pandemia aún sobreviven cuatro molineras antiguas. Están ubicadas en el barrio Brazales

Transcurría la década de los 50 del siglo pasado cuando Latacunga fue bautizada como la tierra de los ‘mashqueros’. El apelativo lo recibieron de los comerciantes quiteños de San Roque. Se reconocía que en la capital de Cotopaxi se procesaba la mejor harina, en especial la de cebada, que es la máchica. Hasta los años 70, los barrios Brazales y San Felipe gozaban de fama por procesar la máchica y las harinas de diferentes granos. Esta fécula se vendía en Quito, Ambato, Guayaquil y en gran parte del país. En esa época los molinos eran maniobrados por la fuerza del agua de los ríos Cutuchi, Yanayacu y Pumacunchi.

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El tostado. Para encender el fuego, se recurre a las ramas caídas de los árboles en los bosques cercanos.Yadira Illescas / EXPRESO

Ha transcurrido el tiempo y ahora en los históricos barrios que se ubican al occidente de Latacunga son las bloqueras (fábricas de bloques) las que han remplazado a los molinos.

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Para no dejar morir la herencia ancestral y contar a las nuevas generaciones y turistas sobre el legado que dejaron sus abuelos, se abrió la Ruta de la Máchica, para contar sobre el proceso de extracción de la harina de cebada, maíz, arvejas y otros productos. Rosa Corrales, de 67 años, es de las últimas herederas de esta tradición. Fue su hijo Freddy Molina quien incentivó el proyecto para mostrar la cultura en el barrio Brazales, que está a 15 minutos del centro de Latacunga.

Hasta los años 70 existían solo en el barrio Brazales unos “25 molinos, pero con el pasar de los tiempos han desaparecido por diferentes causas”, comenta Rosa. Menciona por ejemplo la tecnificación de las empresas y la partida de los propietarios originales, cuyos herederos no siguieron la tradición.

La ruta fue presentada al turista a inicios de 2019, pero con la llegada de la pandemia tuvieron que cerrar, pero la están reactivando nuevamente, comenta Corrales. En este recorrido los visitantes pueden conocer desde el proceso de siembra, pues les explican sobre las diferentes variedades de la cebada y que la temporada de cultivo empieza en diciembre, ya que este cereal requiere de mucha agua para dar una buena cosecha en junio.

La demostración continúa dentro de una habitación de carrizo que acoge un tiesto metálico donde se realiza el tostado. Primero se buscan ramas caídas en el bosque, para momento seguido echar la cebada cosechada sobre la paila, que es movida de manera constante con una ‘mama cuchara’ (una cuchara grande y de madera). Luego de dos horas de recorrido, los visitantes degustan todos los productos que se elaboran con la máchica. Desde licor (estilo rompope) hasta alfajores, helados, galletas y una variedad de golosinas.

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La molienda. Tras tostar el grano, se lo traslada a los molinos, donde se consigue la harina llamada máchica.Yadira Illescas / EXPRESO

En el barrio resaltan la actividad, porque con ella los visualizan en otras partes del país y el mundo, aunque ya pocos conocen sobre cómo sus ancestros elaboraban la máchica.

En el punto exacto del tostado

Rosa Corrales asegura que no todos tienen la destreza para tostar el cereal u otros granos, pues implica el manejo de técnicas para saber el punto exacto de humedad requerido. Después de tostar los granos se les muestra cómo se lleva al molino y se extrae la máchica. Todo este proceso se realiza dentro de una casa que tiene unos 80 años de historia, la cual Rosa heredó de su padre Enrique. “Antes llegaban camiones con granos de diferentes clases para que se extraiga la harina. Antes consumían bastante el producto por la buena alimentación en los hogares. En la actualidad poco aprecian el producto extraído de manera artesanal, aunque su sabor es mucho mejor”, defiende Rosa.