Uno de los grandes desafíos de la industria musical actual es promover la exploración de la variedad de géneros musicales que existen y que no se siga limitando a los populares o a los que dominan en los charts radiales y en las plataformas digitales.

Cada día, la música se vuelve más híbrida y cambiante. Los artistas están mezclando elementos de diferentes géneros para crear nuevas formas de escucharla, lo que provoca que se vuelva difícil categorizarla en conceptos fijos. ¿Hasta dónde pueden llegar para que sus creaciones sean escuchadas? No hay restricciones.

Desde hace aproximadamente cuatro años, hay un discurso común entre los cantantes latinos. Aseguran, cada vez que tienen la oportunidad, que su música no está encasillada en una sola línea. Un día pueden lanzar una balada, otro un pop urbano o una bachata y eso no los hace mejores o peores, sino versátiles.

Además, esto trae como efecto inmediato agrandar su audiencia, atraer un público más amplio y diverso y, al mismo tiempo, entender al consumidor pues, como seres humanos, pasa por distintas emociones diarias: un día se pueden levantar con ganas de oír música más tranquila y relajada, y al siguiente algo más movido y de fiesta. Y qué mejor que encontrar todo eso en su artista favorito.

Aunque en momentos, algunos intérpretes han sido señalados justamente por eso, por pasearse por sonidos muy distintos entre sí en sus temas, lo ideal sería fomentar y premiar esa innovación para el desarrollo y crecimiento de la industria. Así como cualquier otra profesión en la que una misma persona desempeña distintas tareas, algunas muy lejanas de las otras, lo mismo puede ocurrir con la experimentación de parte del artista para hacer crecer su marca y la forma en la que presenta su música.

Rosalía, un ejemplo de no clasificación

Desde la publicación de su disco El mal querer en 2018 y la llegada de Motomami en 2022, Rosalía ha demostrado el porqué no encasillarse funciona en esta industria.

Definir lo que hace a través de un género o una palabra es limitarse, y ella no está para eso. Lo ha vuelto a demostrar en su último sencillo titulado LLYLM, que no pertenece a ningún álbum. Esta canción habla de la variedad de sonidos que se pueden incorporar en una sola canción. En ella hay una mezcla de urbano, folclórico porque tiene palmas de flamenco, y por los versos en inglés hace alusión a una canción de pop. Es como oír tres canciones en una.

Spotify y su distinción de la música

A finales de año, Spotify permite a sus usuarios acceder al resumen musical de su cuenta que incluye cifras, las canciones más escuchadas, el tiempo que han dedicado a escuchar música, así como los géneros favoritos.

Este último dato ha llamado la atención de muchos consumidores, ya que han descubierto que sus gustos, según la plataforma, son más amplios de lo que creían: han escuchado centenares de géneros musicales.

Spotify suele ser muy específico con esto. Aparecen categorías llamativas como antiviral pop, orgcore, swedish idol pop, que a veces ni se sabía que existían. Incluso el rock o el rap aparecen fragmentados como soft rock, art rock, sad rap, etc.

Muchos también se distinguen por su lugar de procedencia: italian rock, Chicago rap, German pop, Canadian hip hop, entre otros.

Hablar sobre la clasificación de géneros musicales es un tema que se viene debatiendo desde hace algún tiempo atrás. Según el musicólogo italiano Franco Fabri, estos no se pueden explicar únicamente por características sonoras. “Son el fruto de unos acuerdos y convenciones sociales. Hay otros elementos que explican la conformación de un género, por ejemplo, los significados de la música, el comportamiento de los músicos y de las audiencias, la forma en que se produce, se difunde o se comercializa”, dice.

Pero, ¿de qué sirve separar la música? Actualmente, la plataforma tiene registrado más de 5.000 tipos de géneros que al final, sirven sobre todo para ayudar a ordenar y consumir música. “La experiencia del oyente es más fácil si la música se presenta organizada.

Categorizar la música nos sirve, por ejemplo, para distinguirnos socialmente y reconocernos por nuestros gustos. El capitalismo impone los géneros porque estructura el mercado y facilita la compra”, revela Julio Arce, director del Departamento de Musicología de la Universidad Complutense de Madrid, en un artículo publicado por la revista Verne de El País.