Samanes 1
Vecino deportista pasa por uno de los parques y callejones de Samanes 1. Estos sitios son desolados.CHRISTIAN VINUEZA / EXPRESO

Samanes no se sana de los robos y la presencia de adictos

Los moradores se quejan de la presencia frecuente de consumidores de drogas y de antisociales en el Bosque Tropical.

A las 18:30, Arturo Ordóñez, jubilado de 63 años y morador de la ciudadela Samanes 1, se ‘encierra’ en su casa, ubicada en la manzana 130. Y cuando sale a caminar en la mañana, para mantener su rutina de ejercicios, lo hace sin celular para no llamar la atención de algún antisocial, que ande merodeando en el sector.

El resto de vecinos de esa ciudadela situada en el norte de Guayaquil, y los de la ciudadela contigua: Samanes 2, toman similares medidas de precaución frente a los robos y asaltos, que no cesan y que les impide caminar por las veredas, callejones, peatonales; y visitar los parques y las áreas verdes con tranquilidad.

“Yo también salgo de la casa a la tienda sin celular, porque a pesar de que llevo más de 20 años residiendo en este lugar temo caminar por aquí, peor en la noche”, cuenta Ivonne Bocelli, chef y moradora de la manzana 123 de Samanes 1.

Los antisociales, generalmente, llegan al barrio a bordo de autos, rondan el sitio y escogen a sus víctimas. Así lo cuenta Fausto Gortaire, publicista jubilado, quien vive en la manzana 134. A dos de sus hijos le han asaltado con esa modalidad. “A uno le quitaron el celular en la esquina y al otro hasta le pusieron el revolver en la cabeza cuando abría la puerta de la casa”, recuerda.

Pese a que asegura que la policía está pendiente del sector, Gortaire, como otros vecinos que hablaron con EXPRESO, critican la cantidad de uniformados. “Son tres o cuatro policías, que nos auxilian desde dos Unidades de Policías Comunitarias, para las siete etapas de Samanes donde viven al menos 7.000 habitantes. Así es difícil que la inseguridad se pueda controlar”, precisa.

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Sugey Rivadeneira, de 44 años, docente y habitante de Samanes 2, tiene la percepción de que los robos en su ciudadela han aumentado, sobre todo en las vías principales y paraderos de buses.

Guillermo Bermúdez, economista jubilado y habitante de la misma ciudadela que Rivadeneira, también lo cree. “A la señora de la esquina de mi casa le robaron la cartera hace unos cuatro días, en la avenida principal”.

Los callejones y peatonales de ambas ciudadelas permanecen desiertos y muchos con basura, a pesar de que los vecinos lograran, con ayuda policial, desalojar a mendigos que se acomodaban en las angostas peatonales. “¿Y quién se atreve a pasar por allí?”, responden.

Peatonales
Callejones y peatonales angostas desolados.Christian Vinueza/EXPRESO

Es que detallan, esas vías adoquinadas son rutas por donde transitan y se esconden los drogadictos y antisociales, que llegan a El Bosque Tropical, una reserva forestal, con árboles samanes y ceibos, ubicado en Samanes 1.

“Nosotros debemos soportar el fuerte olor de la droga. Ahí entran parejas a tener relaciones y otros a hacer brujería”, cuenta otra vecina, quien vive en la manzana 123, al lado del bosque y quien prefirió no identificarse. “Hace dos días, la policía, a las 5 de la mañana, sacó de ahí a un grupo de drogadictos”, agrega.

Los moradores lamentan y aseguran que El Bosque, en lugar de ser un punto de atracción para caminatas y disfrute de las familias guayaquileñas, es el punto de partida del problema de inseguridad en el sector.

El subteniente Luis Luzuriaga, jefe del Subcircuito Guayacanes, al que le compete la vigilancia y control de Samanes 1 y 2, reconoce el problema.

“Desde noviembre estamos priorizando este lugar. Desde entonces, todos los días aplicamos el ‘punto de martillo’, una estrategia policial que consiste en estacionarnos de 5 a 10 minutos en los alrededores del bosque y patrullarlo a pie”, indica a EXPRESO.

La acción, narra, la hacen de 7 a 8 veces al día. Además cuenta que los patrullajes son constantes y tras un chat comunitario, acuden a cada llamado de auxilio de los moradores.

No obstante, los vecinos lamentan tener que vivir con trancas, rejas en sus casas y costear cámaras de seguridad y alarmas para sentirse más tranquilos en su ciudadela.

"Son tres o cuatro policías, que nos auxilian desde dos Unidades de Policías Comunitarias, para las siete etapas de Samanes donde viven al menos 7.000 habitantes. Así es difícil que la inseguridad se pueda controlar"Fausto Gortaire, morador de Samanes 1