Los efectos de la COVID-19 modifican hasta la forma en que se cumplían los ritos religiosos, pero la fe se mantiene intacta. Así fue como este 17 de febrero la Iglesia católica celebró el Miércoles de Ceniza, que da inicio a la Cuaresma, y en los diferentes templos de la ciudad se adaptaron nuevos protocolos para cumplir con la ceremonia.

Este año, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos del Vaticano informó, el pasado 12 de enero, que por primera vez en la historia no se dibuje la tradicional cruz en la frente de los feligreses, pero que en su caso, la ceniza caiga sobre la cabeza de estos.

Los sacerdotes de las 218 parroquias pertenecientes a la Arquidiócesis de Guayaquil, iniciaron las misas con la bendición de la ceniza para después esparcirle agua bendita y pronunciaron por única vez: “Conviértanse y crean en el Evangelio” o “recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás”. Los fieles, que llegaron desde tempranas horas a las iglesias, en silencio, recibieron la ceniza y se retiraron del sitio ya sea a sus hogares o trabajos.

“No podemos tener contacto para evitar contagiarnos y el proceso se ha llevado de la mejor manera. La fe se mantiene intacta aunque sea vía virtual o presencial; ahora hay un mejor escenario en la ciudad”, expresó Hilda Pérez tras salir de la iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles, situada en 9 de Octubre y Pedro Carbo, en el centro de la urbe.

En este templo católico, que fue el primero en reabrir sus puertas en la ciudad tras meses de suspensión debido a la pandemia, en julio de 2020, también se evidenció una numerosa columna de personas que esperaba ingresar para ser partícipes de la ceremonia. 

El sofocante sol no fue impedimento para que la feligresía aguarde y con paraguas, carteras y hasta papeles, los ciudadanos se protegían. El aforo permitido del sitio es de 180 personas, indicó un trabajador de la iglesia también conocida como de San Francisco, y quien rociaba alcohol antiséptico a las manos de las personas y les tomaba la temperatura.

A unas cuantas cuadras, en la Catedral Metropolitana, unas 300 personas, el aforo permitido del templo, participaron en la ceremonia de las 10:00. Al finalizar la misa, se formaron tres columnas de personas y recibieron la ceniza.

“Antes de ir hacia mi trabajo aproveché para venir, escuchar la misa y recibir la ceniza. La fe se mantiene y para evitar el contacto me pareció una buena idea que el polvo caiga sobre la cabeza, la hostia también debe darse en la mano como antes”, opinó Cecilia Andrade, residente de la ciudadela Las Orquídeas, quien criticó el hecho de que esta se reciba en la boca. No obstante, la Arquidiócesis señala que esto depende de la decisión de cada feligrés.

Frente a ello, hubo fieles que hicieron un llamado a que la Arquidiócesis modifique esa medida. “Por cuestión de fe, no es posible que cada persona decida cómo recibirá la hostia. Ese contacto que se da entre la mano del sacerdote y el feligrés, pone en riesgo de un posible contagio a ambas partes. Esto entonces no es cuestión de fe, las medidas de bioseguridad deben acatarse en todo”, señaló Lisbeth Duarte, quien también celebró la ceremonia; y sugirió que las hostias sean colocadas sobre una bandeja para que así cada persona la vaya tomando, previo a desinfectarse.

La celebración del Miércoles de Ceniza también se cumplió en horas de la tarde y hubo parroquias que, así como ya lo han venido haciendo, transmitieron las misas a través de las plataformas digitales.