Jorge Acevedo, un quiteño de 66 años, anhela hacer algo para salvar vidas en medio de la pandemia por coronavirus que se hace cada vez más presente en el país, pero no cuenta con los materiales para cristalizar su idea. Él es ingeniero mecánico, graduado de la Escuela Politécnica Nacional de Quito, que tiene conocimiento en la mecánica de fluidos y electrónica.

Años antes, trabajaba en el mantenimiento y creación de equipos médicos, acumulando una experiencia que desea aplicar en la construcción de respiradores para ayudar a pacientes de COVID-19.

En su taller hizo una réplica de una de las máquinas, usando el motor que mueve las plumas de los autos, y con eslabones y barras dio forma al aparato que se convierte en un respirador. El ‘pulmón artificial’ no es más que la automatización de un ambú (también conocido como resucitador manual o bolsa autoinflable).

“El objetivo de estos aparatos es facilitar la vigilancia de los pacientes”, cuenta Acevedo. Es decir, que los médicos o enfermeras podrían dedicarse a otras actividades, siempre y cuando haya uno de estos aparatos disponibles.

Se lo hace de tal manera que, a través de pulsaciones, quien tenga problemas respiratorios por el coronavirus reciba una cantidad adecuada de oxígeno. “Está completamente diseñado con todas las seguridades del caso”, afirma.

Acevedo detalló que el mecanismo proporciona a un infectado los denominados respiros fuertes y los rápidos.

Debido al virus, uno de los principales problemas que enfrenta el contagiado es la pérdida de la función pulmonar. Por ello, los respiradores artificiales se usan para la gente que tiene un cuadro mucho más grave.

LA COLABORACIÓN

Los proyectos como los que Acevedo tiene en mente han surgido en algunas partes del país. Dos empresas automotrices, por ejemplo, construyeron un prototipo de ventilador mecánico automatizado.

Ellos lo elaboraron con la ayuda de una compañía española. A través de un comunicado especificaron que es una máquina homologada que se utiliza en hospitales del país ibérico. Pero en el caso de Acevedo, la financiación es el inconveniente por ahora.

Para llevar a cabo su iniciativa, necesita al menos que una empresa le entregue los implementos: motores de limpiaparabrisas, eslabones y barras.

También necesita que trabajen con él otras personas. “El respirador se lo puede hacer en un solo día (de 8 a 10 horas)”, aseguró el experto.

El número de aparatos dependerá de la cantidad de pacientes que lo requieran. Además, puede asociarse con otros talleres para detallarles cómo se tienen que construir las máquinas. Uno de estos sistemas tiene un costo de 400 a 500 dólares.

Por ahora, solo espera que alguien llegue con lo necesario para empezar a trabajar. Entretanto, el ingeniero aguarda con toda la buena voluntad para salvar vidas. “Seguiré trabajando hasta cuando tenga fuerzas”, finalizó.