La zona de confort y la buena fortuna
Una langosta cuando se queda “varada” en una parte seca de la superficie de las rocas, no tiene el instinto ni la energía para regresar a su hábitat natural, y solo espera que el mar vaya hacia ella y la retorne a su lugar de origen. Si el mar no llega, la langosta se queda donde está y muere, a pesar de que el mínimo esfuerzo le hubiera permitido alcanzar las olas que llegaban a pocos metros.
El mundo está lleno de langostas humanas. Personas encalladas sobre las rocas de la indecisión y en lugar de emplear sus propias energías, se quedan esperando la buena fortuna. La fortuna y prosperidad están a solo un paso. Basta la decisión, aunado al coraje para vencer al ‘quietismo’ negativo.
Ab. Fernando Coello Navarro