Preocupación. Cables sueltos en las veredas de Higueras y Ébanos, a la altura de los transeúntes.

Urdesa enferma sin un diagnostico preciso

Eran las 10:00. Washington Martínez salió a comprar varios repuestos para acometer unas obras en casa. Sin darse cuenta, se adentró con su auto en contravía por la calle Acacias hasta que otro conductor lo alertó a fogonazos.

Eran las 10:00. Washington Martínez salió a comprar varios repuestos para acometer unas obras en casa. Sin darse cuenta, se adentró con su auto en contravía por la calle Acacias hasta que otro conductor lo alertó a fogonazos. “La habían convertido en unidireccional de la noche a la mañana”, apunta a EXPRESO este profesor de Logística y Transporte en la Escuela Politécnica del Litoral. “A veces, descubrimos los cambios cuando multan a un vecino”, advierte Martha Béjar, presidenta de la Fundación Agrupación Cívica y Cultura de Urdesa (Accur).

Unos días antes, a mediados de este mes, la Autoridad Municipal de Tránsito (ATM) había aplicado la misma medida en Bálsamos y la calle Primera, paralelas a la Víctor Emilio Estrada y vías alternativas para quienes se dirigen hacia Miraflores, la Kennedy, Mapasingue, Los Ceibos... El objetivo era descongestionar el área. Pero todas esas modificaciones, a juicio de Martínez, solo han trasladado los atascos a otros puntos como Ficus o Las Monjas.

Martínez, Béjar y la analista de sistemas Mercedes Aguilera coinciden en que una enfermedad hostiga a Urdesa. Pero no se atreven a aventurar si se trata de un mal irreversible, que le ha condenado a languidecer al mismo ritmo que sus fachadas.

En 2014, los dirigentes de Accur solicitaron al Municipio una serie de datos “necesarios” para elaborar un diagnóstico claro y un plan de mejoras. Habían detectado que algunas infraestructuras estaban “destrozadas” y que Urdesa “no podía resistir la carga” de autos y buses. Tal vez por eso sus hogares “tiemblen” al paso de los vehículos pesados.

Así que plasmaron sus demandas en un informe. Deseaban conocer las características actuales de los sistemas de alcantarillado y aguas lluvias, así como el origen y destino del tránsito vehicular que atraviesa el área; revisar las rutas de buses y determinar “posibles alternativas” a su ingreso; contar con una clasificación de la red vial norteña para valorar los efectos que tendría variar esos recorridos; abordar los problemas de salud que ocasiona el “incremento” del tráfico...

En una carta, el alcalde Jaime Nebot les pidió que especificaran “con mayor precisión” sus requerimientos y adjuntó un documento del entonces director de Urbanismo, Avalúos y Ordenamiento Territorial, José Núñez. Este último remarcaba que algunas vías como la Víctor Emilio Estrada o Las Monjas son “colectoras” y forman parte de la red secundaria. “Desde su configuración en 1955, Urdesa es zona de paso. Así está considerada en la Ordenanza de Ordenamiento Territorial”, argumentó Núñez.

El debate quedó zanjado para las autoridades. Y la inquietud vecinal, más viva que nunca. “Esa información es fundamental de cara a una revisión”, incide el ingeniero civil Rafael Fernando Córdova.

Mientras se deshace el entuerto, algunos síntomas evidencian que la afección continúa propagándose. Baches en las calzadas, que reflejan el “abandono” del área según Aguilera; cables sueltos que caen al paso de los peatones en Ébanos o Higueras; inundaciones que siguen azotando a quienes viven en puntos cercanos al Salado; desniveles entre las carreteras y las aceras de Bálsamos o Ilanes, que generan socavones insalvables para niños, adultos mayores y autos... “En lugar de poner parches, las reparaciones deberían realizarse de acuerdo a estudios pensados a largo plazo”, apostilla Béjar.

Pero la afección también se abre paso en las entrañas de la ciudadela. Varios puntos como la calle Tercera, desde Dátiles a Guayacanes, o Circunvalación sur, de Costanera a Las Monjas, poseen “las mismas” tuberías, sistemas de alcantarillado, colectores de aguas lluvias y pavimentación desde 1955. “En la vía extienden capas y capas de asfalto, no hay cemento”, denuncia la presidenta de Accur.

Propuesta: Restringir el ingreso de los buses

Washington Martínez plantea prohibir el ingreso a Urdesa de los buses que circulan hacia las zonas urbanas de la vía Daule y trasladarlos a la Carlos Julio Arosemena. Cree que así se podría mitigar el impacto de los colectivos.

“Habría que hacer una toma del flujo en toda la ciudadela, del que ha absorbido por el transporte pesado. Porque los buses se han convertido en una preocupación para los vecinos. Su elevado peso añade presión al sistema de tuberías, que es muy antiguo. Pero un estudio resulta costoso”, valora.

De fondo subyace otro problema: la gran afluencia de personas que acude a Urdesa cada día. Martha Béjar recuerda que la ciudadela nació “para 2.000 familias”, pero actualmente acoge a “unos 20.000 residentes fijos, diurnos y nocturnos”.