Triunfo la OEA y la democracia
La actuación del secretario general de la OEA, Luis Almagro, es significativa por diversos motivos. En primer lugar, porque le devolvió a este organismo internacional la trascendencia que tiene, de ser el que, en cumplimiento de normas establecidas y aceptadas por todos sus países miembros, está obligado a hacer que se respeten los derechos humanitarios cuando son vulnerados por regímenes totalitarios que se creen los dueños de la verdad. Y, luego, porque al haber convocado al Consejo Permanente para impulsar el cumplimiento de la Carta Democrática Interamericana, que fue aprobada el 11 de septiembre del 2001 en Lima, para que conozca su petición respaldada en su artículo 20 en relación con la caótica situación que vive Venezuela, permite ver que se trata de un demócrata a carta cabal, y que, como él mismo lo expresó, se encuentra por encima de los insultos y de las amenazas de los enemigos de la democracia. Con esta clara manera de pensar y de actuar, Almagro ha recuperado los valores inmanentes de la verdadera democracia. Quienes trataron de impedir que se apruebe el orden del día de la sesión del Consejo Permanente para conocer el informe de Almagro sobre Venezuela, se estrellaron contra una dura realidad: 20 países votaron porque se conozca este informe, 12 votaron en contra (Ecuador, uno de ellos) y 2 se abstuvieron. No hay duda de que triunfó la coherencia y la lealtad a principios intangibles, así como quedó enhiesto que los derechos humanos y humanitarios están por encima de la soberanía de los Estados. Ha quedado abierto el camino para que la OEA conozca y resuelva más pronto que tarde, que en Venezuela debe llevarse a cabo el referéndum revocatorio para que sea el pueblo el que decida su suerte. Almagro dijo en su informe al referirse a la democracia, que esta no tiene nacionalidad, que es más que una elección, que es más que contar votos en las urnas, que es libertad de expresión, de opinión, de asociación, que es una ciudadanía empoderada, una justicia independiente.
Los pueblos no mueren cuando hay hombres de la talla de Luis Almagro.
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