En la diáspora venezolana no solo han salido personas que huyen a causa de la crisis económica, la falta de medicamentos o los altos índices de violencia, sino también criminales que buscan nuevos rumbos para continuar y establecer sus negocios ilícitos. Es así que, de la mano de los migrantes de bien, hay delincuentes que han recorrido por Sudamérica para montar ‘sucursales’ delictivas en países como Brasil, Colombia, Perú, Bolivia, Chile y Ecuador.

Inicialmente, estos individuos actuaban de forma aparentemente independiente, pero luego empezaron a identificarse como miembros de la organización criminal Tren de Aragua, cuya base se encuentra en la cárcel de Tocorón, en Venezuela, donde gozan de ciertos beneficios (ver infografía). En Ecuador, por ejemplo, ya hay indicios de su paso delictivo. En Quito, la madrugada del 13 de octubre, fueron capturados ocho presuntos miembros de esa banda luego de que, por medio de extorsiones, lograran obtener cerca de un millón de dólares, informó la Policía.

Ese dinero -de acuerdo a las investigaciones- había sido depositado en diferentes cuentas bancarias, que fueron abiertas solo para estas transacciones, pues fueron cerradas tras retirar el dinero en efectivo.

Una persona experta en el entorno criminal de Venezuela, y que por seguridad ha pedido la reserva de su identidad, explicó que la organización delictiva Tren de Aragua nació como un sindicato para la obra de un ferrocarril que nunca vio la luz, pese a que fue una de las promesas incumplidas del fallecido mandatario Hugo Chávez.

En la época, quien quería trabajar en la denominada megaobra, debía pagar. “No entraban por sus conocimientos o porque estuvieran calificados para la obra, sino porque compraban el cupo”, revela.

Con esto también coinciden investigaciones de diferentes portales internacionales especializados en delincuencia organizada, como Insight Crime, en el que además se detalla que parte de los primeros recursos que obtuvo esta banda llegaron del contrabando de oro hacia Brasil, pero al parecer esto no era suficiente para esta agrupación, cuyo líder es Héctor Rusthenford Guerrero Flores, conocido como Niño Guerrero.

De acuerdo a las indagaciones, esta megabanda -que hasta cuenta con grupos de Inteligencia- habría crecido con la venia de ciertos políticos y uno de ellos, incluso, es reconocido como su padrino. Se trata de Tareck El Aissami, quien fue gobernador de Aragua y luego ministro del Interior y Justicia. “Él vio a este grupo expandirse por toda Venezuela... haciendo caso omiso a la situación (...)”, recalca la fuente.

Karen Peláez, internacionalista venezolana radicada hace aproximadamente ocho años en Ecuador, recuerda que la mayoría de sus coterráneos migró vía terrestre a otros países por instinto de supervivencia. “Fue fácil pasar de país en país. Son grandes grupos humanos en los que se pueden filtrar, entre gente de bien, personas que provienen de bandas delictivas. Es muy probable que eso pase...”, sostiene.

Peláez agrega que lo ideal sería no generalizar la situación de sus compatriotas, pero sí trabajar en medidas que impidan el paso de personas con antecedentes penales, porque eso no solo afectará a los venezolanos, “sino también a los residentes de países vecinos”.

Tampoco descarta que por la vulnerabilidad en que se encuentran los migrantes, puedan terminar siendo reclutados por alguna organización criminal. “Pueden presentarse muchas situaciones, pero en definitiva eso depende del sistema de valores de cada ser humano”, argumenta Peláez.

Este Diario se comunicó con las autoridades venezolanas para recoger su versión oficial sobre la forma de operar de esta banda delictiva, su creación y los actos delictivos en los que, según la Policía Nacional, han participado desde Venezuela, pero hasta el cierre de esta edición no hubo respuesta.

Para Daniel Pontón, docente de Seguridad y Defensa, el crimen organizado trabaja con la lógica de crear, de forma clandestina, en otros países. Por eso cree que -al consultarle sobre el Tren de Aragua- incluso han tardado en hacerse notar.

Por eso, explica, es probable que este grupo, a estas alturas, ya tenga un desarrollo más sofisticado, que por ahora no se dedicaría a competir con las bandas locales en delitos.

Pontón considera que trabajan con la estructura de un grupo transnacional, con sus características, pero que por ahora se mantiene en el ‘nicho’ de la delincuencia común: robos, extorsiones. “No creo que hacen algo mayor”, recalca.