Hubo una sola abstención: la suya. El resto, 131 asambleístas presentes, votaron por la destitución de la vicepresidenta segunda de la Asamblea, Bella Jiménez, tal como recomendó el Comité de Ética. Acusada de haber gestionado cargos públicos en su propio despacho a cambio de dinero, Jiménez no fue capaz de articular un solo argumento en su defensa. Se quejó de que atropellaron su derecho al debido proceso, contó lo mucho que sufría su familia, protestó por el hecho de que el Pleno está lleno de corruptos y tenían que pegarse precisamente con ella… “No es justo”, dijo. Pero no presentó ni una prueba de descargo.

Fue una novedad escucharla: en todo este proceso guardó silencio y cedió la palabra a una abogada, que había abordado el tema como si estuviera en los tribunales de la justicia ordinaria: empezó el primer día recusando a tres de los integrantes del Comité de Ética, como si fueran jueces, y terminó interponiendo, el martes por la mañana, una acción de protección que le fue concedida pero no le sirvió, obviamente para nada. El interminable informe del Comité, cuya lectura ocupó cerca de cuatro horas a dos desfallecidos secretarios, puso las cosas en su sitio: el control político, decía, supone un criterio subjetivo de confianza que no es equiparable con un juicio común.

Casi no tuvieron trabajo los acusadores: a Alejandro Jaramillo, de Izquierda Democrática, y la corrreísta Victoria Desintonio les bastó con aludir a las pruebas expuestas hasta la extenuación en el informe: los chats, las grabaciones, las transferencias… La denuncia ante la Fiscalía de su ex asistente Scarlett Lindao, a quien le pidió 6 mil dólares por su nombramiento, pareció irrebatible a los ojos de los asambleístas.

Más que referirse a estas acusaciones, a las que se refirió como “la telenovela de Bella la doncella”, Jiménez aprovechó los sesenta minutos que le concedió el reglamento para lanzar las suyas. “¿De qué estamos hablando -se quejó- si aquí hay asambleístas que tienen glosas, denuncias, juicios pendientes, juicios de alimentos? ¿Por qué solamente se han concentrado en la cabeza de Bella Jiménez? Parecía sinceramente sorprendida. Y empezó: que el propio presidente del Comité de Ética, José Chimbo, afronta un juicio por peculado; que su excompañera de la Izquierda Democrática Rocío Guanoluisa tenía a su hermana Viviana trabajando en su despacho; que otro legislador del mismo partido, Luis Marcillo, puso a su hijo Jimmy como coordinador zonal de gestión de riesgos en Imbabura; que el correísta Ronny Aleaga debió ser impedido de inscribir su candidatura pues tenía una deuda de 16.870 dólares con 19 centavos por concepto de pensión alimenticia… Y no había hecho sino empezar.

En la presidenta Guadalupe Llori se explayó. Habló de su directora de Talento Humano, Alba del Rocío Sánchez, que es esposa del fiscal de Orellana, Pío Palacios, “donde reposan los procesos en contra de nuestra distinguida presidenta”. Habló de su hija, Jessica Palacios, y su yerno, Christian Lozada, a quienes todos conocen porque se pasean por la Asamblea. ¿Qué hacen? ¿Qué cargos tienen? Habló del chat que administran esos dos personajes, un chat llamado “Asamblea”, dijo, en el que participan numerosos asambleístas incluido su acusador Alejandro Jaramillo. Hizo un misterio de todas estas alusiones y terminó por configurar una cortina de humo que más pareció asfixiarla que protegerla.

Casi no hubo debate, apenas un par de asambleístas tomaron la palabra para decir lo que era obvio para todo el mundo: era imposible seguir confiando en Bella Jiménez. La votación fue rápida y contundente. La asambleísta del Guayas será reemplazada por su alterno, Daniel Onofa. La vicepresidencia segunda será otra historia sobre la que, hasta el momento, no se ha dicho una palabra.