Los canónigos visten de negro y llevan tres prendas.

En Quito se conserva el rito de las Caudas

Es una tradición que se cuida en detalle. El Arrastre de Caudas es una ceremonia católica que recuerda la crucifixión y resurrección de Jesucristo. Las caudas son capas largas y negras que arrastran unos cuantos elegidos para la ceremonia. Su caminata recorre toda la Catedral de la capital.

Alejandro Sigüenza vistió su mejor traje oscuro para asistir. Lo hace cada Miércoles Santo. Según dijo el creyente, el acto sirve para limpiar los pecados de los fieles y transmitir el espíritu de Jesucristo.

Sigüenza llega con su esposa y con una pareja de amigos. Para el médico jubilado, la ceremonia, inspirada en las prácticas del ejército romano, es parte de la tradición de la Semana Mayor. El siguiente punto es disfrutar de un “buen plato” de fanesca. Las cafeterías del Centro Histórico, asegura, son las especialistas.

Antes de iniciar la ceremonia, Sigüenza y su esposa lamentan que la tradición pierda fuerza. Actualmente, Ecuador es el único lugar donde se realiza el Arrastre. “Sevilla (España) y Lima (Perú) también disfrutaban del rito pero recientemente llegué de la capital peruana y no había preparativos”, detalló.

Él y varios centenares de feligreses se juntaron en la Catedral, a las 12:00. Otros tantos siguieron la misa desde el exterior de la iglesia, a través de una pantalla gigante.

En el templo la solemnidad invadió cada rincón. Bajo el altar, los sacerdotes con sus capas negras esperaban el inicio de la procesión. También se ondea una bandera negra con una cruz roja gigante. Todo con un fondo de música sacra.

Fausto Trávez, arzobispo de Quito, toma el portaestandarte. Con la bandera cobijó el altar y “así tomó el espíritu de Cristo para impartirlo en los seguidores”, dicen los asistentes.

Según los católicos, el traje oscuro refleja la “humanidad ennegrecida por el pecado”. La hermana Gladys Silva, integrante de las Sacramentinas de la Catedral, reveló que preparan estos atuendos con dos días de anticipación. Las capas, de diez metros, tienen una pechera de terciopelo y están bordadas desde la capucha. “No sé quién las confeccionó. Son las mismas de hace unos treinta años”, puntualizó la religiosa.

Cuando termina el día, estos trajes son lavados y planchados para el año siguiente. (F)