
Las parteras subsisten en comuna peninsular
En las unidades de salud pública se ha implementado el Sistema de Salud Intercultural. Allí la mujer embarazada puede escoger si trae a su hijo al mundo con un parto en quirófano, siguiendo las normas de la medicina occidental, o de la manera ancestral
Camina por las calles lastradas de su comuna, Juntas del Pacífico, lo más de prisa que puede, con un pequeño maletín en la mano. Doña Cruz Montaño Laínez guarda en él los utensilios básicos para cumplir con su labor: atender el nacimiento de un nuevo habitante de este recinto de Santa Elena.
A sus 78 años, ya retirada de su oficio de partera, aún atiende emergencias de mujeres que no alcanzan a llegar al centro de salud ubicado en la parroquia Julio Moreno, en la península de Santa Elena. Desde Juntas del Pacífico hasta allí hay 30 minutos de viaje en las viejas y escasas camionetas ‘fleteras’ que circulan por los polvorientos caminos del sector.
Doña Cruz es muy conocida en Juntas del Pacífico porque trajo al mundo a muchos de los actuales habitantes de esta pequeña localidad, siempre siguiendo las enseñanzas de sus ancestros.
Su casa está ubicada a la entrada del poblado. Es una de las primeras que se observan al ingresar a este recinto que parece perdido en el tiempo.
Cuando llega al domicilio de la parturienta, Doña Cruz con mucha serenidad se acomoda, solicita que le alisten sábanas y ropa vieja que esté perfectamente limpia. Mientras espera, saca sus utensilios del malecón. Destaca una tijera esterilizada con la que cortará el cordón umbilical del neonato.
“Antes las mujeres recurrían a mí para que las atienda. No había centros de salud cercanos. Ahora hay uno en la parroquia Julio Moreno, pero para llegar a este se tiene que recorrer varios kilómetros. Pese al cambio de las épocas, las mujeres, por temor a no llegar a tiempo al médico, siguen utilizando mis servicios o el de otras parteras que todavía viven en el recinto”, relató Montaño a EXPRESO.
Su labor de partera no termina con la entrega del niño a su madre, sino que continúa con el seguimiento de la criatura durante una semana, hasta que se le caiga el cordón umbilical. Solo entonces da por finalizada su tarea.
Cuando Cruz Montaño era joven, una tía suya era comadrona. Recuerda que las mujeres la buscaban cuando estaban de dos o tres meses de embarazo. Se hacían tocar el vientre para saber si se encontraban o no en estado de gestación. Ese tacto su tía lo hacía rodeando el entorno de la barriga, hundiendo los dedos hasta encontrar la ubicación del bebé. Ella fue su maestra en este noble oficio de traer niños al mundo.
La experiencia hace que pueda diferenciar el sexo del niño por nacer. “Encuentro el vientre ‘regado’ cuando es mujer, en cambio cuando es hombre se forma como un limoncito en el vientre”, detalló Montaño, quien siempre es acompañada por su nuera, Soledad Borbor, a quien le ha enseñado todo lo que sabe sobre partos.
Hace días ella revisó a Karen Vera, una embarazada en estado avanzado, que es maestra de educación primaria y viaja diariamente desde Limoncito hasta la escuela de Juntas del Pacífico. La futura mamá cuenta que es atendida en un centro de salud, pero si se le llega a presentar una emergencia optará por dar a luz con una partera. Lo considera un método rápido y práctico. (F)