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El exlíder soviético Mijaíl Gorbachov murió el pasado 30 de agosto en un hospital de Moscú, tras una grave enfermedad.efe

El hombre que intentó matar a Gorbachov

El ruso Alexandr Shmónov revela que “estaba decidido terminar con Gorbachov”, pero le falló el plan para acabar con el exlíder soviético

Intentó matar a Mijaíl Gorbachov y no se arrepiente de ello. El ruso Alexandr Shmónov es el autor del único atentado conocido contra el último líder soviético, que acusó al KGB de estar detrás de esa intentona fallida.

“Sigo sin perdonarlo. Debía haber sido castigado en vida por las maldades que cometió. En cambio, murió porque ya era muy mayor. ¡Qué le vamos a hacer!”, dice Shmónov, de 72 años y residente en San Petersburgo (Rusia).

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Gorbachov falleció el 30 de agosto de 2022 a los 91 años de edad, pero pudo haber perdido la vida mucho antes, el 7 de noviembre de 1990 en la plaza Roja, durante las celebraciones por el aniversario de la revolución bolchevique.

“¿Kennedy? ¿Para qué disparar a un líder elegido democráticamente? A Gorbachov no lo eligieron, lo designaron”, comenta sobre su paralelismo con Lee Harvey Oswald, presunto asesino del presidente estadounidense John F. Kennedy.

Al contrario que muchos rusos, que aún le siguen culpando de la desintegración de la Unión Soviética, Shmónov le acusa de lo contrario, de ralentizar la reforma democrática del sistema comunista.

“Dejé de trabajar porque mi salario era de 70 rublos. Si me dicen que a las 6 de la mañana no habrá dinero, todo será gratis y viviremos en el comunismo, a las cinco estaré en la cola. Pero el comunismo es un engaño”.

Cuando Gorbi llegó al poder en marzo de 1985, pensó que de inmediato llegaría la democracia y el capitalismo.

“Prometió una economía de mercado, pero nunca llegó. Dijo que habría glásnost (transparencia), pero todos los canales eran estatales. Habló durante cinco años, pero no hizo nada. Uno de sus antecesores, Leonid Brezhnev, también prometió cambios. Todo fueron promesas vacías”, señala Shmónov, cuyo padre era oficial de policía.

La chispa que disparó su rabia fue la represión violenta de las protestas opositoras por parte del Ejército soviético en Tiflis (1989) y en Bakú (1990), donde murieron más de cien personas.

Antes de armarse de valor (durante meses repartió panfletos en los que exhortaba a matar al secretario general), escribió a Gorbachov y a otros miembros del politburó para demandar un referéndum de reforma política y denunciar que en Occidente el salario es “diez veces mayor que en la URSS”.

“Yo nunca fui miembro del partido. Era un demócrata y un anticomunista”, sostiene.

Una semana antes del aniversario, compró de manera clandestina un rifle en una tienda de caza por 1.800 rublos, una fortuna en aquellos tiempos.

Ideó un bolsillo en su abrigo para camuflar el arma y le recortó el cañón para no llamar la atención. Practicó en el bosque cómo sacar el arma y disparar sin ser visto en unos pocos segundos.

“Estaba decidido a matar a Gorbachov. Era consciente de que me podían haber matado, pero pensé que la persona que le sustituyera, aunque sea por miedo, haría concesiones al pueblo, que en su mayoría quería vivir en democracia”, confiesa.

Reconoce que sus planes se fueron al traste cuando se equivocó al elegir la columna de manifestantes que estaba más lejos del mausoleo de Lenin, en cuya tribuna estaría el secretario general.

Pero el mayor problema fue que su cómplice, un compañero que debía haber atraído la atención de las fuerzas de seguridad al disparar una pistola Makárov al aire, se echó atrás en el último momento.

Nunca revelé su nombre, aunque si no se llega a acobardar, podría haber alcanzado a Gorbachov”, manifiesta convencido.

Cuando Shmónov sacó su fusil a menos de cincuenta metros de su objetivo, se le abalanzó un policía, el sargento Andréi Mílnikov, por lo que el primer disparo salió desviado por encima del mausoleo y el segundo impactó a su espalda, en los almacenes GUM.

Durante el interrogatorio los agentes del KGB encontraron en su bolsillo una nota, que sería publicada en la prensa, en la que explicaba el principal motivo del atentado terrorista: Gorbachov había usurpado el poder, ya que el politburó no era un órgano democrático.

Pese a ello, Gorbachov escribió en sus memorias: “Considero que ese atentado no fue otra cosa que una escenificación (...), decidieron simplemente intimidar al secretario general. Por eso, no le di importancia al incidente. Fue una representación de un solo acto orquestada por los servicios secretos y el KGB”.

Pese a que Mijaíl Gorbachov no se ensañó con Shmónov, que estuvo menos de año y medio internado en un psiquiátrico y tres en una clínica bajo observación, sigue pensando que hizo lo correcto. “No lamento haberle disparado. No podía esperar eternamente a que el régimen totalitario se derrumbara. Entonces no había pistas de que eso podía ocurrir en cualquier momento. Podía ser que el régimen se perpetuara durante otros cien años. Nadie lo sabe”, argumenta.

Una vez en libertad, fundó un partido político, publicó sus memorias e intentó presentar su candidatura a diputado en 1999, para lo cual recabó cinco mil firmas. Desde entonces se dedica a la teoría de la programación informática y a defender los derechos de las personas ingresadas en instituciones psiquiátricas en contra de su voluntad.

Shmónov, que sigue viviendo en la antigua capital zarista, admite que “es peligroso” hablar sobre política, especialmente sobre la campaña militar en Ucrania, desde que Vladímir Putin está en el Kremlin. Destaca el aumento del nivel de vida y la anexión de la península ucraniana de Crimea, pero recuerda el asesinato y envenenamiento de periodistas y opositores al Kremlin. “Putin es mejor que Gorbachov, aunque también tiene sus cosas negativas”, opina