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Danza
Intérpretes presentan la "Danza para los que no están" el 23 de agosto de 2022, en el "Lugar de la Memoria" (LUM) en Lima (Perú). . EFEPaolo Aguilar

Danza para sanar las heridas del conflicto interno de Perú

Una sobreviviente de la matanza de Ayacucho en 1985 narra como se salvó.  Hoy, familiares de 69 víctimas buscan justicia

Teófila Ochoa es una de las miles de peruanas que, décadas después del conflicto armado interno (1990-2000), sigue buscando justicia y reparación por la muerte de sus familiares. La suya es una incesante lucha que plasma en una danza comunitaria junto a otras mujeres que perdieron a sus seres queridos.

Ochoa tenía poco más de diez años cuando, el 14 de agosto de 1985, una patrulla del Ejército peruano irrumpió en su pueblo, Accomarca, en la sureña región andina de Ayacucho, donde estalló la actividad del grupo terrorista Sendero Luminoso.

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Ese día, recuerda, recibió el último abrazo de su madre, quien fue una de las 69 personas que murieron ametralladas por los militares. Otras cinco eran sus hermanos.

La operación se ejecutó en la quebrada de Llocllapampa, donde el Ejército creía que los terroristas adoctrinaban a la comunidad. Sacaron a los campesinos de sus casas, torturaron a los hombres y violaron a las mujeres hasta encerrarlos en una choza para matarlos.

“Los metieron allí en filas y empezó la balacera (...) a caer por arriba bombas, la casa de la gente empezó a explotar (...) y yo escapé porque, si yo no escapaba, a mí también me mataban”, relata Teófila, quien migró tras la masacre, huérfana, a Lima, para huir de la violencia de las fuerzas del orden y de los terroristas.

A ella también los militares le dispararon, pero no atinaron. La buscaron, pero se ocultó bajo “una piedra grande”. Tres días después volvió junto a otros supervivientes al sitio de la matanza para enterrar con sus manos algunos restos calcinados.

“Allí yo encontré a mi madre, una parte, y en su espalda uno de mis hermanitos, cargado, pero teníamos que desaparecer porque los helicópteros estaban viniendo por el aire”, cuenta, entre lágrimas, quien esperó 37 años para poder dar una ‘digna sepultura’ a sus familiares.

En ese lapso, Ochoa recurrió ante tribunales internacionales en su búsqueda para la verdad, justicia y reparación, una batalla constante que esta semana se reflejó, junto a otras cinco mujeres de la Asociación de Familiares Afectados por la Violencia Política del Distrito de Accomarca, en forma de danza.

Es una iniciativa nacida bajo el paraguas del proyecto ‘Buenas Noticias’ impulsado por el Teatro La Plaza y Sala de Parto, en alianza con el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR).

Aunque la iniciativa surgió en 2019 como una forma de reinterpretar la celebración tradicional del día de los muertos en Ayacucho, alcanzó un nuevo hito este año con la participación de estas seis mujeres que, a través de la expresión corporal, cuentan a sus familiares qué les pasó en estas casi cuatro últimas décadas.

Esta es una de las formas de rendirle homenaje a las víctimas de Ayacucho, en Perú.