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Hay sitios que se han convertido en un símbolo del conflicto entre quienes ensalzan a los criminales y quienes los detestan.EFE

Criminales de guerra, alabados como héroes

Mladic, un genocida serbobosnio condenado por el asesinato de miles de personas durante la guerra de Bosnia, es uno de los venerados en Belgrado

Un grupo de jóvenes encapuchados hace guardia en Belgrado ante un mural de homenaje a Ratko Mladic, un genocida serbobosnio condenado por el asesinato de miles de personas durante la guerra de Bosnia (1992-1995) para evitar que lo borren.

Esa imagen ejemplifica cómo siguen abiertas las heridas de los conflictos en los que se desintegró en la década de 1990 Yugoslavia, donde el nacionalismo ha creado discursos paralelos entre los diferentes países y pueblos, hasta el punto de que un criminal como Mladic es aún para muchos un héroe nacional.

“Gracias a la madre que te parió”, es el mensaje con el que se homenajea a Mladic en ese mural, que tanto activistas de derechos humanos como el Ayuntamiento de Belgrado han tratado de eliminar.

El sitio se ha convertido en un símbolo del conflicto entre quienes ensalzan a los criminales, sean serbios, croatas o musulmanes, y quienes detestan esa glorificación.

En Serbia, Bosnia, Croacia y Kosovo muchos condenados por crímenes son defendidos por su “defensa de los intereses nacionales” de cada pueblo que luchaba contra otro.

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“El enfoque etnocéntrico del pasado es dominante en todas las antiguas repúblicas yugoslavas, y tanto las víctimas como los criminales son siempre ‘nuestros’ y ‘suyos’, dependiendo de la etnia a que pertenecen”, resume la situación Isidora Stakic, de la ONG Fondo del Derecho Humanitario.

Stakic aboga por “deconstruir el nacionalismo dominante”, que impone la identidad étnica como crucial, para “poder hablar de todas las víctimas como ‘nuestras’ y edificar la solidaridad”, una visión reconciliadora que no tiene el apoyo de las autoridades.

El mural a Mladic en Belgrado fue pintado el pasado julio, poco después de que el exjefe de las tropas serbias en Bosnia fuera condenado de forma definitiva por la Justicia internacional a cadena perpetua por la matanza de unos 8.000 musulmanes en Srebrenica (Bosnia) y otros crímenes.

Según Stakic, que el grafiti siga ahí prueba el revisionismo histórico y la negación de los hechos probados en los juicios.

El argumento del Gobierno serbio de que borrar el mural es responsabilidad del Ayuntamiento encubre la postura de negar que haya criminales entre las propias filas, que en Serbia es apoyada por casi todos los partidos de la oposición.

El pasado noviembre, una concentración se realizó para borrar el mural y provocó una inusual ola de protestas bajo el lema ‘El mural debe caer’.

Imágenes, que unos borran y otros protegen, e inscripciones como ‘Ratko Mladic: héroe serbio’ hay también en otras ciudades serbias y bosnias, y con frecuencia aparecen pintadas, como una amenaza, en las puertas de las sedes de ONG que piden su eliminación.

Estos homenajes a Mladic se multiplicaron después de la sentencia, en forma también de camisetas que se venden en puestos callejeros e incluso en gente que se tatúa su imagen.

En Bosnia, sus tres pueblos constitutivos -musulmanes, serbios y croatas- viven tres narrativas y memorias enfrentadas en las que cada uno se reivindica como víctima y no admite el dolor del otro.

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La situación se ha agravado después de que en julio el entonces alto representante internacional para Bosnia, Valentin Inzko, prohibiera la negación del genocidio y de los crímenes de guerra, algo que las autoridades serbobosnias interpretan como una agresión y ante lo que han amenazado con separarse del resto del país.

Según los serbios, no habrá justicia mientras la gran mayoría de los condenados sean de su etnia y sigan en libertad algunos musulmanes y croatas a los que acusan de crímenes.

Los serbios, que dominaban el Ejército yugoslavo, dispusieron de más medios y llevaron la iniciativa, como agresores, durante gran parte de la guerra en Bosnia.

Por su parte, los musulmanes denuncian que la República Serbia de Bosnia que, junto a la Federación croata-musulmana, compone Bosnia-Herzegovina, fue creada sobre el genocidio cometido contra ellos.

“Cuando apareció el mural, nos sentimos como si de nuevo viviésemos los años de 1990. Luego fue borrado, pero quienes lo pintaron no fueron procesados”, declara Izet Spahic, concejal musulmán de la ciudad de Foca, en el ente serbio de Bosnia, sobre la aparición de un grafiti de homenaje a Mladic.

Foca fue una de las ciudades que sufrió los crímenes de las tropas de Mladic. Los musulmanes, más de la mitad de la población antes de la guerra, son allí ahora una minoría.

En las zonas de mayoría croata, por todas partes hay fotos del general Slobodan Praljak, que se suicidó en el tribunal internacional en La Haya tras oír la sentencia a 20 años por crímenes cometidos contra musulmanes.

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