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Afganistán
Un vuelo estadounidense llevó 200 evacuados de Afganistán a bordo, tras aterrizar en la base naval de Rota (Cádiz).EFE

El camino hacia una nueva vida

A miles de kilómetros de distancia y en un contexto desconocido, un grupo de afganos transita una ruta distinta. Lo logran con apoyo de las ONG

Un mes después de salir huyendo de su país, los afganos que llegaron a España han pasado de la tensión, el miedo y el ‘shock’ inicial a enfrentarse a empezar una nueva vida a miles de kilómetros y en un contexto desconocido.

Pero este camino no lo recorren solos, ya que varias entidades trabajan con ellos para que logren tener una vida autónoma. “Cada uno trae sus peculiaridades. Partimos de la situación de cada familia o persona”, explica Ana Belén Sanz, responsable de la ONG Accem en la localidad de Sigüenza (Guadalajara, centro de España), donde actualmente se encuentran 17 refugiados afganos, entre ellos dos unidades familiares, de 7 y 6 miembros, respectivamente, y el resto son personas que han llegado solas.

Sanz destaca la importancia de la atención psicológica dentro de este programa de acompañamiento desde el mismo momento que llegaron: “se realiza una valoración inicial y se tiene muy en cuenta cómo llegan, cómo les puede afectar todo lo que han vivido, etcétera”. En este caso, la situación estuvo caracterizada por la inminencia.

“Las personas que llegaron a Sigüenza salieron en los primeros días y es cierto que como fue todo tan rápido, aunque sí hubo un momento de tensión en la llegada al aeropuerto, los niños no han llegado a ser conscientes de lo que pasó. No es igual que en el caso de personas que recibimos en su día llegadas de Siria y que ya se habían producido los bombardeos y los habían vivido”, dice.

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El centro de Accem en Sigüenza es un referente en atender a refugiados y personas migrantes en situación de vulnerabilidad tras tres décadas desarrollando esta labor y el municipio, un referente en convivencia e integración de los mismos.

“Aquí contamos con el centro de migraciones, más conocido como refugiados, pero realmente es un centro con 60 plazas de acogida para solicitantes de protección internacional y 30 plazas de acogida para inmigrantes en situación de vulnerabilidad”, explica su responsable, que señala que desarrollan diversos proyectos, varios de ellos en colaboración con el Gobierno español.

En cuanto al proceso que se ha llevado a cabo, “no difiere del que se sigue con todas las personas que son acogidas en el marco del programa de acogida para solicitantes de protección internacional”, señala Ana Belén Sanz, si bien apunta que algunos de los afganos llegados a Sigüenza conocen la lengua con un dominio alto, en concreto los cabeza de familia, y esto es una ventaja, ya que evita trabas en la comunicación.

“Nuestra manera de trabajar es muy centrada en la persona y también muy multidisciplinar, es decir, haciendo un análisis de todos los aspectos. Tenemos varias personas que trabajan desde el ámbito psicológico, del empleo, social y jurídico, entre otros”, detalla Sanz, que añade que también se presta atención a la formación, empezando por el idioma.

En este sentido, y tras unos primeros días dedicados a la calma y el descanso, comenzaron con temas prioritarios como el empadronamiento, la obtención de la tarjeta sanitaria y el seguimiento jurídico para formalizar la solicitud de refugiado en la Comisaría, entre otros asuntos. Y en el caso de los menores el proceso de escolarización , “que es algo bastante inmediato”.

De hecho, todos ellos ya acuden regularmente al colegio en Sigüenza y reciben apoyo para el aprendizaje de la lengua y las tareas escolares de modo que, cuanto antes, puedan retomar su nivel educativo.

En cuanto a los adultos, a aquellos que saben español, se evalúa el nivel e intentan certificarlo para que pueda ser una herramienta útil para su inserción laboral, y aquellos que no lo saben se les enseña.

Si bien el nivel cultural y educativo de los afganos llegados a Sigüenza es medio alto, “todo lo relativo en el ámbito del empleo está muy condicionado a las necesidades de mano de obra que hay en la zona, además de las capacitaciones personales de cada uno”, señala Sanz.

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“Todas las capacitaciones que las personas tienen le sitúan en una mejor posición para enfrentarse a tener una vida con autonomía, pero ese tipo de titulaciones, especialmente las universitarias requieren de un proceso de homologación que lleva su tiempo y es más lento y mientras, tienen que ganarse la vida”, añade.

Por ello, “lo suyo es aprovechar esas cualificaciones y competencias para orientarlas para otros puestos relacionados, pero no necesitan de esas titulaciones de inicio”, comenta esta responsable de Accem, quien señala que tras un primer momento de su salida, sintiéndose a salvo y seguro, “ahora queda por delante un proceso duro y que lleva su tiempo” para iniciar una nueva vida.