Moneda fuerte: pais debil
El Gobierno es enemigo de la dolarización. Usa de un tiempo a esta parte el mañoso argumento de que la revaluación del dólar ante otras monedas afecta la competitividad del país, y por lo tanto sus exportaciones. Si tuviéramos, añaden, la posibilidad de devaluar la moneda, entonces estaríamos a la par que Colombia y Perú, nuestros competidores en terceros mercados.
En una variante se usa el argumento mentiroso de defensa de la dolarización para estrangular a la economía con impuestos, salvaguardas y toda suerte de recetas que provocan, efectivamente la “devaluación” del dólar interno, pues si los mismos productos valen el doble y triple acá que en los Estados Unidos o Panamá, el dólar que los ecuatorianos usan está sujeto a una desvalorización inducida causada, ni más ni menos, que por un desvalorizado gobierno.
Las monedas fuertes están normalmente asociadas con economías fuertes que, siendo altamente competitivas, ofertan los mejores productos y servicios y hacen que su moneda sea “deseada” por los consumidores.
El valor de las monedas no está determinado por duende alguno sino, al igual que el de las papas o el arroz, por la oferta y la demanda. Hay, sin embargo, una gran diferencia pues se trata de una demanda y oferta universal que siempre procede, en secuencia de causalidad, de la salud fiscal y del buen uso del crédito.
Si el país (o la economía) es débil, la moneda no puede ser fuerte. Se argumenta entonces que nosotros usamos moneda prestada y estamos sujetos a las veleidades de factores que no controlamos. Ese razonamiento asume que la moneda determina la competitividad, cuando es precisamente al revés: la competitividad determina el valor de la moneda.
Y ¿qué es la competitividad? La definición corta vincula a la producción con el uso de los factores (capital, tierra, trabajo y tecnología disponible) y ubica la productividad (costo/eficiencia) dentro de un rango de economías y países para efectos de su ubicación.
La competitividad por lo tanto tiene que ver con la calidad de las inversiones y la integración de los mercados de factores y productos. Ecuador tiene importantes recursos naturales que están medianamente aprovechados, los recursos humanos no están debidamente calificados por educación o destrezas, y la densidad del uso de la tecnología es baja. Si se abandonase la dolarización ello no aumentaría la competitividad sino que nos introduciría de nuevo en las traumáticas experiencias de la inflación, las devaluaciones y el estancamiento en el progreso material.
La prueba más reciente de este aserto es que, si la moneda débil aumentase la competitividad y fortaleciese la balanza de pagos, el año 1999 -cuando el sucre pasó de 8.000 a 18.000 por dólar- debería haber sido el mejor año de la historia en la República y no el peor, como lo fue.
Hasta el momento ningún candidato ha propuesto una visión de futuro respecto de la competitividad del país. No se trata de nuevas matrices productivas propuestas por principiantes, matrices que no pasan de ser listados de proyectos arrancados de la mente de un burócrata, sino de exponer sesudamente qué se debe hacer para sacar al Ecuador del subdesarrollo de dos siglos.
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