Maniqueismo politico

Desde fines del siglo XVIII, como un efecto de la Revolución francesa, con una convención en que los jacobinos, más bulliciosos y “contreras”, se sentaban a la izquierda, y los girondinos, más serenos y convencionales, a la derecha, se produjo el efecto maniqueísta que calificaba a quienes iban hacia el futuro como izquierdistas, y a los que se anclaban en el presente y el pasado, como derechistas (zurdos y curuchupas, para decirlo en un lenguaje más criollo). Tal clasificación ha sido respetada desde entonces, aunque pareció clausurarse cuando los clásicos partidos, el Liberal y el Conservador, pasaron a ser piezas de museo, quedando en pie, sin embargo, el ropaje “socialista” con el que se vienen cubriendo sinceros revolucionarios y tramposos populistas, evocando la Revolución bolchevique de 1917, en la Rusia que había estado en poder de los zares.

El caso es que ahora está en la punta de la lengua de casi todos los que transitan por la vida pública de los países el término “conservador”, en forma peyorativa, para adjudicárselo a sus contrarios, con una modernidad que, además, pone a disposición del lenguaje politiquero otros calificativos más, como por ejemplo, neoliberales o partidócratas.

¿Y por qué la palabra liberal con la antepuesta sílaba que represente lo nuevo? Se supone que el proceso evolutivo en el campo de la actividad política debería haber conducido a los viejos “liberatos” (otro término criollo ya en desuso) al socialismo o a la llamada socialdemocracia, con nuevas propuestas sociales, aunque sin llegar a proponer un sistema de gobierno que aplica la praxis de los teóricos Marx y Engels, que hablaron de “un fantasma rojo que recorría Europa”. Y es que, en el caso ecuatoriano, al parecer los herederos del Viejo Luchador no quisieron caminar hacia adelante sino hacia atrás, como el cangrejo.

Para explicar este fenómeno ecuatoriano se recurrirá a tomar algo de la historia con la rebelión del joven esmeraldeño Concha Torres, que combatió al gobierno “liberal” de Leonidas Plaza, por considerarlo del ala retrógrada del partido alfarista. En cuanto al otro término... ¿es acaso pecado mortal pertenecer, en una democracia liberal, a un partido político?

cazonf@granasa.com.ec