Frente a una Europa multipolar

Antes parecía que las decisiones más importantes que afectan a Europa se tomaban en París, Berlín o Bruselas. Pero estos últimos meses, mientras la Unión Europea confrontaba la crisis de refugiados (y el conflicto en Siria que lo alimenta), Moscú y Ankara pasaron a primer plano. Y la UE está dividida en torno a cómo tratar con estos dos vecinos descontentos: Rusia y Turquía, que se sienten cada vez más ninguneados por Occidente. La relación entre la UE y Rusia ha sido siempre reveladora de los diversos intereses históricos, geográficos y económicos de los países del bloque. Si bien todos estuvieron de acuerdo en imponer sanciones a Rusia tras su anexión de Crimea en marzo de 2014, esta unidad temporaria oculta diferencias fundamentales entre ellos respecto del tipo de relación que quieren a largo plazo. Estonia, Polonia, el Reino Unido y Suecia plantaron cara ante la agresión rusa; pero Austria, Chipre, Eslovaquia, Grecia, Hungría, Italia, República Checa y otros países aprobaron las sanciones a regañadientes, y están más dispuestos a relacionarse con el Gobierno de Putin. La situación con Turquía es distinta, porque es miembro de la OTAN y candidato a pertenecer a la UE. Pero el presidente turco Erdogan ha sido tan divisivo para Europa como Putin. Antes, a Turquía se la veía como un miembro potencial de la UE y modelo de democracia liberal islámica; hoy se la ve más que nada como una muralla de contención geopolítica. Países como Alemania y Grecia ven en Turquía un sitio que absorbe refugiados de Medio Oriente y evita que se extienda la violencia de la que huyen; pero en otros países de la UE, como Austria y Francia, los líderes de partidos políticos tradicionales suelen criticar a Erdogan para atraer votos de la derecha. En estas condiciones será difícil implementar el acuerdo (negociado por la canciller alemana Merkel hace unos meses) que da a Turquía apoyo financiero y exime a sus ciudadanos de pedir visa para viajar a la UE, a cambio de su cooperación en la contención de los flujos de refugiados. Las próximas semanas serán una prueba de la determinación de Europa respecto de las sanciones contra Rusia y del acuerdo con Turquía, especialmente ahora que la autoridad de Merkel se debilita. Una ruptura de la postura común en estos temas implicaría una crisis seria para la UE, que ya está dividida entre el norte y el sur por la crisis crónica del euro. El estancamiento del proceso de entrada de Turquía y la continuidad del conflicto en Ucrania oriental dejan a la UE supeditada a países con los que tiene relaciones políticas cada vez más complejas. Angustia la posibilidad de que Turquía y Rusia formen una alianza contra la UE, aunque tal vez eso sea prematuro. La relación turco-rusa mejoró algo estos últimos tiempos, pero no demasiado. Ambos países siguen divididos por muchas cuestiones, desde el futuro del presidente sirio al-Asad hasta la seguridad en el Mar Negro y la anexión de Crimea. Aun así, la UE necesita ideas nuevas para que los países miembros puedan manejar estas relaciones. Si no, corre riesgo de quedar cada vez más aislada y sola en un vecindario al que se han mudado nuevas potencias. Del este de Europa y los Balcanes a Asia central y Siria, la periferia de Europa amenaza sacudir su núcleo.

Project Syndicate