Precaución. Los propietarios de los establecimientos de la ciudad toman precauciones al momento de vender. Hablan poco, tienen cámaras, se ‘encarcelan’.

La eterna historia de los delitos

Una ciudad que con 14.166 delitos registrados en lo que va del año lidera la tabla de distritos con mayor índice delictivo del país. Una noticia que se repite cada año.

Un cuento de nunca acabar. Decenas de denuncias por robos ingresan a diario en la Fiscalía de Flagrancia de Guayaquil. Una ciudad que con 14.166 delitos registrados en lo que va del año lidera la tabla de distritos con mayor índice delictivo del país. Una noticia que se repite cada año.

Esta realidad Marjorie Avilés, guayaquileña, la ha vivido de cerca. Ella trabaja en un local dentro del centro comercial Albanborja, donde también funciona la Unidad de Flagrancia del Ministerio Público. Y todos los días, según explica, ha sido testigo de las denuncias que jóvenes y adultos, hombres y mujeres, hacen. “A diario veo casos parecidos. Denuncian que los asaltaron en el bus, que les robaron cuando caminaban o que se le llevaron accesorios del carro. Es impresionante la cantidad de atracos, sobre todo en motos”, detalla.

Lissete Castro, sin embargo, no ha sido testigo solo de los casos. Ella, ingeniera ambiental y guayaquileña, ha sido víctima de 5: dos en buses, dos fuera de su casa en La Garzota, y uno al interior de un taxi, donde por instantes pensó en que podían matarla.

Ante estas situaciones, cada año los organismos de seguridad han intentado implementar proyectos para disminuir los delitos, pero ninguno ha logrado consolidarse. En el plan habitacional Socio Vivienda, por ejemplo, se han realizado tres intervenciones en los últimos dos años. Ninguna tuvo el éxito esperado y la Policía analiza nuevas estrategias para aplicar en ese sector.

Otro plan fue el de ‘Más Seguridad’ (2000) del Municipio que, a criterio de su vocero Jorge Rodríguez, redujo hasta en un 40 % la tasa delincuencial, y se mantuvo vigente por ocho años, “hasta que llegó Rafael Correa, que retiró parte del presupuesto. Sin eso resultó imposible mantenerlo”.

Para Maxilimiliano Delgado, director de Seguridad Ciudadana de Guayas, el hecho de no haber trabajado en equipo impidió que los proyectos se mantengan y tengan resultados a largo plazo. Hoy es diferente, dice. Las autoridades se han reunido para plantear una ordenanza para la regularización de motos, que es el vehículo más utilizado para cometer delitos. El proyecto está en debate.

Sin embargo, los problemas de inseguridad persisten a tal punto de provocar desde el cambio de comportamiento en los habitantes, hasta repercusiones en el turismo. A continuación varios expertos analizan la situación.

Los espacios perdidos

El mirador del cerro Paraíso, ubicado en Bellavista; la icónica zona rosa de Guayaquil, donde hace más de 15 años había más de 50 locales que cada noche se repletaban de visitantes; y la calle 9 de Octubre, que por sus teatros, cines, cafeterías, librerías y establecimiento comerciales en general, fue una de las más visitadas por los guayaquileños, han perdido su color. La inseguridad, la falta de iluminación y control policial, sumado a las denuncias de robos a personas, bajo la modalidad de ‘dulce sueños’, las ha dejado en el olvido. “Ya nadie las quiere visitar porque pasadas las 19:00 todos se ponen a fumar, a consumir H, a vender drogas, a robar”, explica Manuel Terán, residente de la ciudadela Los Ceibos. Y ex asiduo visitante del sector. “Antes uno podía caminar por la ciudad sin temor a que te pase algo. Yo vivo en El Paraíso, que también fue un barrio de amigos. Sin embargo, ahora ya nadie nos visita, saben que la zona, su gruta, sus canchas, son peligrosas, que la gente viene incluso a intimar”, dice Beatriz Mórtola, residente.

Los efectos de la inseguridad

Ser víctima de un atraco o ser testigo de cualquier tipo de delito, según el sociólogo Carlos Tutivén, ha obligado a las personas, en algunos casos, a ser más introvertidas y a modificar sus rutinas. Hoy por hoy, la mayoría de guayaquileños, explica, camina con precaución, mirando a todos lados, con desconfianza. Evitando incluso salir a ciertas horas y recorriendo a toda velocidad -sin detenerse a mirar el entorno- por temor a sufrir algún tipo de percance. En resumen, agrega el psicólogo y máster en terapia individual y de pareja, Samuel Merlano, el guayaquileño, el comerciante, “ya no es lo era antes”. Ahora todos se inclinan por vivir enjaulados. De hecho hay quienes, ya sea en sus hogares o negocios, se han vuelto tan retraídos y extremistas, que viven pensando en que todos tienen malas intenciones, lo que genera estrés y cansancio, explica. Carla Vera, propietaria de un local de bebidas en la Kennedy, por ejemplo, atiende tras las rejas. “Tengo cámaras en todos lados, un guardia y el botón de pánico. En el 2011 me robaron. Y desde entonces no confío ni en los jóvenes que me vienen a comprar. De allí que aunque suene duro nunca presto ni el baño”.

Las mismas zonas ‘rojas’

Durante muchos años varias zonas del sur, el Suburbio, cooperativas del noroeste y calles del centro y norte de la ciudad han sido catalogadas como ‘zonas rojas’ y por las que se recomienda visitar con cuidado. Un estigma del que, según Víctor Guerrero, experto en seguridad, aún no se han podido despojar. “Desde pequeños no han dicho que esos son lugares peligrosos y aún lo son. Nunca hubo un control riguroso. La desorganización entre las entidades de seguridad y justicia nos llevó a tener cifras críticas. Es un problema que nos va a tomar años solucionar”, precisa. De eso está consciente el general Marcelo Tobar, comandante de Policía, quien menciona que la informalidad y la “gran cantidad de irrespeto a la norma” ha llevado los distritos Sur y Esteros a convertirse en los lugares con mayor índice delictivo del país. Sin embargo, explica, mediante nuevos operativos se han reducido los delitos en un 41,5 %. “Durante muchos años no hubo un control estadístico y eso impidió que se diagnostiquen los problemas”.

Las afectaciones al turismo

Si bien en los últimos tres años Guayaquil ha reflejado un incremento en el número de turistas que la visitan (de 345.561 en el 2014 a 574.199 en el 2016), para el presidente de la Cámara de Turismo del Guayas, Holbach Muñetón, este sector y en especial los extranjeros sí han sido afectados por la inseguridad. Sobre todo por la falta de protocolos, explica. Y es que si los asaltan, como ha pasado ya en varios casos, y ponen la denuncia, “no se logra hacer nada, recuperar absolutamente nada, porque la mayoría está de paso, al otro día se va y no hay policía alguno que se encargue de llevar el caso. No hay quién los proteja, asesore o trabaje -en lo que respecta a seguridad- por su satisfacción”. Un factor que, según la asesora turística Solange Garcés, garantizaría su estadía y le ofrecería al turista una grata experiencia, aún si sufrió un percance. Para Muñetón, a Guayaquil le hacen falta agentes especializados en el tema turístico. “Se lo hemos planteado a la Policía”, lastimosamente, dice, no han llegado a nada, puesto que sus oficiales son cambiados cada 3 o 6 meses, lo que complica el propósito, ya que de vez en vez les toca empezar de cero. “Presentar, armar el proyecto de nuevo”.