Ensenando nuevos trucos a
Producir medicamentos efectivos requiere enormes inversiones de tiempo y dinero. La droga promedio en el mercado pasó diez años en el laboratorio y en ensayos clínicos, y su desarrollo costó más de US$ 2.000 millones. Desafortunadamente, la mayoría de los medicamentos con receta se comercializan para una sola enfermedad y no para un grupo de enfermedades para las cuales podrían ser seguros y efectivos. Esto aumenta costos de desarrollo y complica el descubrimiento de nuevas aplicaciones. Por fortuna, para los pacientes en general, para la industria farmacéutica y los sistemas de atención médica a nivel mundial, al igual que el reciclaje de los artículos domésticos, el “reposicionamiento sistemático de fármacos” busca que medicamentos desarrollados para una enfermedad sean capaces de tratar otras, como la talidomida, utilizada en los años 1950 y 1960 por las mujeres embarazadas para aliviar las náuseas matutinas, que fue prohibida después de que se descubrió que causaba serias malformaciones congénitas. Sin embargo, tras un estudio relevante, los científicos modificaron la estructura molecular del medicamento para alterar su funcionamiento. Actualmente, la familia de medicamentos a base de talidomida se prescribe para el mieloma múltiple, el linfoma de células de manto, ciertas enfermedades de la piel y algunas formas de anemia. El nuevo tratamiento surgió de las cenizas de un fracaso, y muchos pacientes hoy se ven beneficiados porque unos pocos científicos y sus patrocinadores financieros apostaron por reconsiderar un medicamento que no había funcionado. Asimismo, un nuevo tratamiento para la esclerosis múltiple (EM) llamado dimetilfumarato. Bajo la marca Tecfidera, el compuesto genera unos US$ 3.000 millones en ingresos anuales, y ha ayudado a muchos pacientes a sobrellevar una enfermedad incapacitante. Fue creado hace casi 200 años por un químico francés como inhibidor de moho para sofás y prendas de cuero, luego para tratar la psoriasis y como esta se relaciona con deficiencias autoinmunes, terminó siendo probado en otros trastornos autoinmunes, entre ellos la EM. La mayoría de los éxitos del reposicionamiento de fármacos se ha producido por casualidad. Si los investigadores y las empresas farmacéuticas se pusieran de acuerdo para buscar sistemáticamente nuevos usos para los medicamentos existentes, desde un punto de vista médico los réditos podrían ser enormes e igualmente importantes para la sociedad. Los medicamentos funcionan apuntando a moléculas específicas en el organismo; en ciertos casos, diferentes enfermedades tienen la misma molécula “objetivo”. Aunque el reposicionamiento no sucede de manera fluida y los ensayos clínicos son lentos, engorrosos y costosos, empresas farmacéuticas y biotecnológicas como la nuestra están trabajando para que esto sea más fácil. Nos centramos en encontrar nuevos usos para medicamentos existentes de manera sistemática, combinando inteligencia aumentada y artificial (IA). Nuestro objetivo es un futuro en que cada fármaco se pueda cotejar con todas las enfermedades conocidas, sin importar cómo nació. Para que se materialice, el reposicionamiento sistemático debe estar integrado en el modelo comercial de cada empresa farmacéutica. Por suerte, ellas cuentan con fuertes incentivos económicos para hacerlo.