Desnuclearizacion tambien para EE. UU.

Hay dos tipos de política exterior: la que se basa en “la ley del más fuerte” y la que se basa en el Estado de derecho internacional. Estados Unidos quiere tener las dos: estar exento de responder ante el derecho internacional, pero exigir cumplimiento a los otros países. En ningún tema esto es tan visible como en la cuestión de las armas nucleares. La estrategia estadounidense está condenada al fracaso. Es hora de exigir que todos los países, incluido EE. UU. y otras potencias nucleares, cumplan las normas internacionales de no proliferación. EE. UU. exige que Corea del Norte respete las cláusulas del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), y sobre esa base alentó al Consejo de Seguridad de las NN. UU. a imponerle sanciones para lograr su desnuclearización. Asimismo, Israel pide sanciones o incluso una guerra contra Irán para evitar que este país desarrolle armas nucleares en infracción del TNP. Pero EE. UU. lo viola descaradamente, y peor aún Israel, que se negó a firmar el tratado y se arroga el derecho a poseer un inmenso arsenal nuclear obtenido mediante subterfugios, que hasta el día de hoy no reconoce. La mayor parte de la comunidad internacional (con la notoria excepción de las potencias nucleares actuales y sus aliados militares) reiteró el llamado al desarme nuclear con la aprobación en 2017 del Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares. EE. UU. exige que solo los otros países se desnuclearicen. Desnuclearizarse a sí mismo sería “difícil” y contrario a la “verdad innegable” de que las armas nucleares sirven a sus necesidades militares.. Dejando a un lado el incumplimiento estadounidense de sus obligaciones conforme al TNP, otro enorme problema es que las necesidades militares de EE. UU., en realidad no tienen que ver con la disuasión. EE. UU. es la entidad más belicosa del mundo, contendiente en guerras electivas en Medio Oriente, África y otros lugares. En el último medio siglo, su ejército se lanzó a reiterados intentos de cambio de régimen, totalmente violatorios del derecho internacional y de la Carta de la ONU; esto incluye dos operaciones recientes para derrocar a líderes (Sadam Huseín en Irak y Muamar el Gadafi en Libia) que habían accedido a las demandas estadounidenses de poner fin a sus programas nucleares. El poder nuclear crea la ilusión de ser omnipotentes. Las potencias nucleares bravuconean y mandonean en vez de negociar. Algunas derrocan gobiernos ajenos a su antojo, o al menos lo intentan. EE. UU. y sus aliados nucleares se han arrogado reiteradamente el derecho a ignorar al Consejo de Seguridad de la ONU y al Estado de derecho internacional con los ataques ilegales de la OTAN contra el régimen de Gadafi en Libia y las incursiones militares ilegales de EE. UU., Israel, el Reino Unido y Francia en Siria, con el objetivo de debilitar o derribar a Bashar al-Asad. Debemos exigir una desnuclearización rápida y efectiva de Corea del Norte; pero también, con la misma urgencia, hablar del arsenal nuclear de EE. UU. y otros países. El mundo no está viviendo en una “Pax Americana”; está viviendo en la zozobra, con millones de personas arrojadas al torbellino de la guerra por la maquinaria militar desatada y desquiciada de EE. UU., y miles de millones bajo la amenaza de la aniquilación nuclear.