Una democracia en “veremos”
Un proceso de recuperación democrática no solo implica la reinstitucionalización del Estado sino el esfuerzo de la colectividad para crear y fortalecer sus canales de expresión, sus mecanismos de presencia y los instrumentos para plantear sus demandas. El deber de la sociedad viene a ser, en consecuencia, la garantía para evitar que el Estado se encarame sobre ella y funja, de modo excluyente, como su representante. La expresión más acabada de ese ejercicio de poder social conocida en la historia moderna es el partido político.
Cuando surgen estas instituciones, producto de un largo proceso de lucha contra el absolutismo y del desarrollo económico encabezado por las burguesías nacionales, toma forma un estamento que pasa a convertirse en sujeto determinante del convivir social: el sistema de partidos. Así, la relación poder político-sociedad se plantea como una garantía insoslayable para evitar la concentración del primero y propiciar el funcionamiento de un sistema de pesos y contrapesos en que la gestión oficial es supervisada y controlada por la voz y la acción política colectiva.
En los países en que este sistema se quiebra es imprescindible rearmar los partidos, recoger las aspiraciones de las minorías y definir una guía de acción que combine las diversas posiciones. Ello significa que la fuente generadora de la acción política debe estar alimentada por los componentes que provienen de los distintos núcleos y por las manifestaciones que singularizan las más variadas expectativas.
El Ecuador vive una inocultable crisis, tanto en el manejo del poder estatal como en el de la organización de la sociedad. Lo primero se demuestra en una actitud de barniz, que no ataca el fondo de los problemas para encontrar soluciones a largo plazo, y, lo segundo, en la inexistencia de partidos con legitimidad representativa.
Frente a ese desolador paisaje lo que asoma es un marcado oportunismo que se agota al interior del Legislativo, un vacío de liderazgo y una insuficiente gestión oficial para perseguir la corrupción.