Saquisilí. Se retoman e incentivan las tradiciones. Ellos en cada presentación hacen el ritual de permiso a la Pachamama con pétalos de rosas.

Los danzantes, orgullo para los indigenas

Estos personajes andinos se reunieron en San Andrés de Tungurahua. Autoridades pretenden convertirlos en patrimonio.

Los coloridos trajes llaman la atención entre la multitud. El golpeteo de los pies retumba en la tierra como reverencia. La gente se acomoda para no interrumpir el paso de los danzantes, los personajes más emblemáticos de las celebraciones de los pueblos andinos. Se reunieron en San Andrés, parroquia de Píllaro, donde mostraron que mediante la danza pueden agradecer, invocar y festejar.

Había gente de Saquisilí, Pujilí, Salcedo y los dueños de casa. Cada uno de los grupos estuvo acompañado con yumbos, sahumeriantes y monos, que tienen un significado especial dentro de las fiestas.

En Pujilí (Cotopaxi) existe un monumento en honor a los danzantes.

En San Andrés también buscan el reconocimiento al personaje histórico y ancestral que danza para agradecer y entretener. “En San Andrés empezó la tradición andina de los danzantes y es por eso que buscamos que se conviertan en Patrimonio Cultural”, dice Patricio Sarabia, alcalde de Píllaro.

El danzante es el personaje principal que llega ataviado con sus penachos y sus gigantescas coronas, que pueden pesar hasta 25 libras. Ellos golpetean de manera sincronizada en la tierra al compás de las bandas, sobre los zancos de 10 centímetros. “Son la muestra de la fortaleza y el equilibrio”, explica José Andrés Sisa, de 20 años, quien es uno de los que han heredado el legado de sus padres y abuelos.

El movimiento del cuerpo representa la manera en que cada uno está conectado con su espíritu. “El baile lo llevamos en la sangre. Lo aprendimos desde niños en nuestras casas”, sostiene Segundo Sisa, de 45 años.

Los danzantes dejan el alma en cada presentación. Así lo hizo cada grupo en San Andrés. Al son de los tamboneros (quienes tocan los tambores) y pingulleros (los que tocan el pingullo, una flauta) realizaron los rituales en la cancha central, sitio de la concentración cultural.

Los representantes de las delegaciones ejecutaban sus movimientos. Parecían danzas similares, pero en cada una “representaban la expresión de la resistencia y reivindicación de la identidad y saberes ancestrales que se mantienen con el tiempo pese a la colonización”, indica Carlos Quinde, promotor cultural.

En San Andrés la tradición es remota, pero mediante los festivales se mantiene la costumbre. Lourdes y Graciela Toapanta siguen la tradición. Lourdes asegura que sus padres cada año participaban en la delegación del danzante y ella también se contagió de esa alegría.

“Es un privilegio ser parte de esta costumbre que se ha heredado”, menciona Lourdes, que es la sahumeriante. Ella va al último, pues asegura que se encarga, mediante el sahumerio, de alejar las malas vibras y llenar de energías positivas el lugar por donde pasa.

EL Dato

1. Baile

El danzante era conocido como ‘tushug’ o sacerdote de la lluvia. Bailaba en los rituales como agradecimiento por las cosechas y producción de maíz.

2. Vestuario

Los trajes son más coloridos y pueden llegar a pesar hasta 50 libras. Representan el poderío, libertad, misterio y producción que brinda la Pachamama.

3. Aprendizaje

En la parroquia más de 15 niños y jóvenes aprenden sobre el arte de bailar por agradecimiento y entretener con toda la armadura del danzante.