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glas y ferdinan
Ruptura. Inaudito atrevimiento de un legislador correísta: grabar una conversación con los líderes máximos del partido sin su consentimiento.Fotomontaje Expreso

El correísmo se muere de paranoia

El drama de Soledad Padilla descubre a un partido sumido en la crisis ética y la desconfianza ¿Cómo sabrá Rafael Correa que no le están grabando?

Hasta Luisa González se burló del drama de Soledad Padilla. La sufrida asesora de Jorge Glas, víctima del acoso y la intimidación de un reo que perdió la cabeza por ella y no podía concebir que una mujer rechazara sus avances amorosos, había prometido no denunciar el asunto hasta después de las elecciones, para no perjudicar al movimiento político. Cumplió con su palabra. En retribución, la excandidata correísta le pagó con un tuit hecho de emoticones rientes. ¿Alguien dijo sororidad? ¿Alguien dijo yo-te-creo-hermana? Esther Cuesta, Paola Cabezas, Paola Pabón… El ala femenina del correísmo le volvió la espalda y se mantuvo firme junto a los machos alfa. Las mujeres del partido, tal y como algunas de ellas ya hicieron en Irán, eligen el patriarcado.

Lo siguiente fue posar para una foto de familia que demostrara a la opinión pública la férrea unidad del movimiento en medio de la tormenta. Solamente faltó Ferdinan Álvarez, el novio de Soledad (pecado imperdonable). Recién promovido al cargo de coordinador de la nueva bancada correísta, Álvarez cayó en desgracia por su atrevimiento. En la conversación telefónica con Jorge Glas que él grabó secretamente (“como respaldo”, dice), el exvicepresidente convicto se lo dejó claro: “La oficina se respeta”. “La oficina”, en la que Soledad Padilla es poco más (o poco menos) que un bien mueble, resulta que la costean los contribuyentes (vía Prefectura de Pichincha), pero esa es otra historia. Lo cierto es que Ferdinan Álvarez quedó solo con su Soledad. ¿Alguien en el movimiento lo apoya?, le preguntó Milton Pérez, de Teleamazonas, en su primera aparición pública tras el escándalo: “Nadie, absolutamente nadie”, respondió. Los rumores de que una decena de asambleístas electos están por abandonar la bancada tras lo ocurrido son, hasta el momento, eso: rumores no confirmados.

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Convertido de la noche a la mañana en defensor de la causa feminista, aunque muy sumiso se lo escucha con su presidente (Rafael Correa) y con su ‘vice’ (Glas) en las conversaciones que grabó sin avisarles, Ferdinan Álvarez se desafilia y deja un partido carcomido por la crisis ética y la paranoia galopante. Con respecto a lo primero, es inocultable la caída en picada de los valores morales del correísmo en un amplio espectro que va de lo personal a lo público. En cuanto a lo segundo, el insólito atrevimiento de Álvarez, quien osó grabar sus conversaciones con los líderes máximos del partido, no puede sino abrir la caja de Pandora de la desconfianza.

¿Cómo pueden saber los líderes y dirigentes correístas, de ahora en adelante, quién está grabando a quién? ¿Puede tener la seguridad Rafael Correa, obligado por su condición de prófugo a recurrir a las comunicaciones electrónicas, de que sus instrucciones secretas y sus conversaciones personales no terminarán viralizándose en las redes? Por supuesto que no: nunca lo sabrá a ciencia cierta. Y tendrá que medir sus palabras incluso en la intimidad. ¿Cuántos audios, cuántos videos, cuántos chats esperan su turno para hacerse públicos? El fantasma de la traición que fue desatado por Lenín Moreno y tuvo su corolario en la designación de una candidata a la Presidencia cuyo único atributo político reconocido era la lealtad, acaba de llegar a su paroxismo con los audios de Ferdinan Álvarez y Soledad Padilla.

Por supuesto, ellos tienen su coartada: nos estábamos grabando a nosotros, no a ellos, aseguró Ferdinan Álvarez en Teleamazonas con puerilidad inexcusable a propósito de los audios del escándalo. “¿Difundirlos? ¡Jamás!”. No importa el color de la coartada. Aun si se decide creerle, el hecho es que el correísmo ha llegado al punto en el que sus militantes tienen que grabarse unos a otros. “Como respaldo”. ¿Puede un partido político sobrevivir a un ambiente tan tóxico en el que predominan la sospecha, el recelo, la suspicacia y la cautela?

¿Quién filtró los audios?

El asambleísta electo Ferdinan Álvarez jura que ni él ni Soledad Padilla son el origen de las filtraciones. Ellos grabaron sus conversaciones con Jorge Glas y Rafael Correa pero sin intención de difundirlas, dice. Probablemente fue su abogado, Francisco Ospina, quien lo hizo. Y para demostrar su inocencia, van a presentar una denuncia ante la Fiscalía para que investigue el caso.

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