Adultos de la sección nocturna del colegio República de Venezuela se preparan para el juramento de la Bandera.

El civismo no tiene edad

En Ecuador se rinde honores al pabellón nacional cada 26 de septiembre. Los colegios designan abanderados a los mejores estudiantes.

Tienen entre 40 y 61 años de edad y durante seis años han compartido las aulas en la jornada nocturna, con jóvenes de las mismas edades de sus hijo o nietos.

Elsa María Rosales (61), Yaguar Rodríguez Sevillano (59) y Enrique Alcívar (48) han superado las burlas en clases y los obstáculos de la edad y han logrado destacarse por su esfuerzo académico, incluso ganándole a la rapidez de la juventud. Hoy con mucho civismo participarán en la ceremonia de Juramento a la Bandera que se efectuará con motivo de celebrarse el Día de la Bandera Nacional y el cambio de abanderados en los diferentes establecimientos del país.

En la Zona 8, que comprende los cantones Guayaquil, Durán y Samborondón, son 55.262 estudiantes de 404 instituciones educativas fiscales, fiscomisionales y particulares que se comprometen cívicamente con la patria. De este total, son 3.345 los reconocimientos académicos, es decir los abanderados del pabellón nacional, portaestandartes y escoltas.

Los protagonistas

“La última vez que juré la bandera tenía doce años. Hoy me siento como una adolescente que volverá a decir “Sí juro” frente al lábaro patrio”.

Tiene dos hijos y nueve nietos. Es la estudiante con más edad (61) en el aula de tercero de bachillerato de la unidad educativa fiscal nocturna República de Venezuela. Sus compañeros la llaman cariñosamente “la abuelita Bachita” y se le acercan para consultarle sobre alguna tarea o para pedirle consejo. Pero no siempre fue así. “Al principio tuve que soportar las impertinencias de algunos jovencitos que se burlaban porque era mayor y todavía estaba en el colegio. Ahora me he ganado el respeto y cariño de todos”, dice la abanderada del portaestandarte de Guayaquil, quien retomó sus estudios 37 años después de haberlos abandonado tras casarse y dedicarse a su familia. Jurar la bandera la llena de orgullo y civismo y para eso se ha preparado durante una semana. Ser una de las abanderadas la llena de satisfacción. Su meta es estudiar Medicina Veterinaria luego de graduarse.

“Aquellos que se burlaban porque a mi edad todavía estaba en colegio, ahora me preguntan si ellos también pueden estudiar”.

Tiene listo su uniforme de ‘parada’ (saco y falda azul, y blusa blanca) con el que esta noche se comprometerá cívicamente con la patria. Guayar, de 59 años, cuenta que está nerviosa porque entre el público estarán su esposo, familiares y varios amigos que antes se burlaban de ella cuando le preguntaban si iba al jardín porque llevaba su lunch para comer en alguna hora libre de clase. “Se que no soy una niña y por ello temo no poder inclinarme frente a la bandera para rendirle reverencia”, dice la esmeraldeña radicada en la ciudad, quien se siente orgullosa porque por su excelente promedio es una de las escoltas de la bandera de Guayaquil. “No es fácil competir con la rapidez mental de los jovencitos, pero me siento satisfecha de ser un ejemplo de dedicación y perseverancia. A ellos les digo que nunca dejen truncos sus sueños”. En su caso, su anhelo es ser abogada.

“Hoy será un día inolvidable porque mi hija jura la bandera en un colegio matutino y yo lo hago en la noche. Ambos llenos de civismo”.

En su curso es el mayor de los varones (48 años), pero sus compañeros lo tratan con respeto y hasta lo ayudan cuando, por motivos de trabajo, llega algo atrasado al colegio. Le prestan los apuntes y le explican la asignatura. Los profesores hacen lo mismo.

Enrique, quien tiene dos hijos (de 20 y 18 años), se ha ganado el cariño de los jovencitos, quienes a veces lo invitan a jugar fútbol o a bailar los fines de semana. Él sonríe a cada broma de los chicos.

Este es su último año de secundaria y hoy vivirá uno de los momentos más esperados por él. “Voy a jurar la bandera como lo hice hace 36 años cuando en ese entonces en las escuelas también se hacían estas ceremonias. Creo que los niños están perdiendo el civismo porque no se les da la oportunidad de comprometerse más con los símbolos patrios”, opina el veterano colegial, que quiere ser ingeniero electrónico.