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Las cartas olvidadasde de Alejandra Pizarnik

Cuarenta y cinco años después de su muerte, se publica la correspondencia de la afamada poeta argentina.

Nació en 1936 y falleció en 1972. Dejó varios libros publicados entre poemarios, relatos y una novela breve. Entre sus obras están ‘Un signo en tu sombra’, ‘Los trabajos y las noches’, ‘Poseídos entre lilas’ y ‘Los pequeños cantos’. Cuenta con 10 piezas p

Cuarenta y cinco años después de su muerte, la presencia de la poeta argentina Alejandra Pizarnik sigue creciendo.

En 2013, la editorial Lumen publicó dos tomos de sus diarios, y ahora, el sello lanza ‘Nueva correspondencia’, un tomo que corresponde a las cartas que la afamada escritora envió entre 1955 y 1972.

La obra está editada por Ivonne Bordelois y Cristina Piña; esta última responsable de la biografía de Pizarnik. Todo ello significa que, alrededor de una obra breve como es la de esta argentina, se despliega una constelación que va conformando la imagen de una de las poetas más leídas y hasta mitificadas de la segunda mitad del siglo veinte.

Las cartas de Pizarnik complementan la figura que dibujan sus interesantísimos diarios: se diría que si estos representan el taller, la correspondencia exhibe su salón de recibir. Los diarios revelan el trabajo atormentado, angustioso por poseer la lengua y la tradición: hija de inmigrantes rusos llegados a Argentina dos años antes de su nacimiento, Pizarnik se muestra siempre dudosa de su conocimiento del idioma y de la literatura.

En las cartas predomina el rechazo de la solemnidad, el tono chispeante: a Ana María Barrenechea le pide disculpas por escribirle “sin mi estilo genial, pues está por comenzar la función cinematográfica”. En sus años parisienses, entre 1960 y 1964 (“el único periodo de mi vida en que conocí la dicha y la plenitud”), levanta acta de la actividad para promocionar su propia obra: “He andado publicando algunas cosas en revistas de por aquí: en la Nouvelle Revue Française y en Les Lettres Nouvelles...”, mientras “trabajo en sitios infames para ganarme el duro pan de cada noche”.

A Silvina Ocampo le dice que, más que “proyectos”, tiene “algo así como ‘gestos del hado’ o cualquier cosa que suene a tragedia griega o a alma rusa o rosa”. Los juegos de palabras son permanentes: a Bordelois, en referencia a su perpetua preocupación por la gramática, le habla del “Aoristo furioso”; y a Osías Stutman le menciona, en lugar de a Amado Nervo, a Anado Verbo. Arropado en ese tono mordaz se encuentran opiniones contundentes; acerca de Severo Sarduy, el ideólogo del neobarroco latinoamericano, dice: “A diferencia de mí, tiene definiciones sobre literatura y la delimita y la mide y la calcula”. O bien, a Arnaldo Calveyra: “¿Qué leíste en estos meses? Yo leí el Talmud. Es terrible y bellísimo”. A Sylvia Molloy, desde la costa atlántica: “Fui a la playa. Pero no estoy tranquila, no estaré tranquila hasta que no escriba como yo deseo sobre lo que deseo...”.

Las editoras de esta obra, no obstante, son conscientes de haberse guardado ciertos secretos. “He tenido en cuenta el respeto a la intimidad de terceras personas...”, citó Bordelois.

En su momento, esta opción por el silencio también la implementó Ana Becciu quien editó en 2013, también para el sello Lumen, los dos tomos de diarios de la poeta.

¿Este medido silencio dará paso a un próximo libro, esta vez sin censura? No se sabe.

Pero lo que sí está claro es que para la numerosa legión de los pizarnikianos, ‘Nueva correspondencia’ supondrá una lectura golosa, incluso en los pasajes que parecen anecdóticos y banales, pues su voz está siempre bajo el control de una lucidez extraordinaria y de un deseo inquebrantable de poesía. Además, lo que queda solo dicho entre líneas, y que se percibe en estos textos, continuará alimentando su mito.