Paseo. En las noches el cerro Santa Ana es visitado por cientos de personas que van hasta el mirador.

El barrio Las Penas se queja del ruido y la venta informal

Los moradores también lamentan que los baños públicos para la visita turística tengan cuatros meses inhabilitados. Esperan que las autoridades actúen.

El patrimonial barrio Las Peñas, que con su colorido cerro Santa Ana es uno de los puntos turísticos más representativos de Guayaquil, mantiene quejas e inconformidades.

En los últimos meses, decenas de vendedores ambulantes llegan y se movilizan por las 444 escalinatas del cerro, que conducen a los turistas y visitantes al mirador, con hieleras de plástico para ofrecer bebidas: aguas, gaseosas y hasta cervezas enlatadas.

“Nos perjudica porque vendemos las bebidas en nuestras tiendas legalizadas, pagamos impuestos”, menciona Julio Reyes, comerciante y morador del lugar, a quien además le preocupa que esa informalidad implique más inseguridad para su barrio.

A su queja se suman otros habitantes y, sobre todo, comerciantes del sector, cuyos ingresos dependen de sus locales autorizados por el Municipio.

“Con la presencia de los informales que llegan en la tarde y noche se pierde la elegancia del recorrido para los turistas”, cuenta la ama de casa Pamela Torres, otra moradora.

EXPRESO recorrió ese espacio donde nació la ciudad en el siglo XVI y observó la venta informal en algunos escalones. Muchos de sus protagonistas son ciudadanos venezolanos que alegan la falta de empleo.

Aquello no es lo único que aqueja a Las Peñas. Aunque el lugar es el favorito de muchos por la cantidad de bares y discotecas que, cercanos al río Guayas, avivan los ánimos de sus visitantes, para quienes allí residen el bullicio constante es una ‘pesadilla’.

Según residentes como María Esthela, quien prefirió no revelar su apellido, muchos locales del cerro irrespetan el horario de atención establecido y hasta abren los domingos.

“Yo soy una mujer enferma, a veces pasadas las 04:30 no puedo dormir porque la bulla llega hasta mi cuarto. La policía llega, bajan la música y cuando se va, la suben”, se lamenta.

El director municipal de Justicia y Vigilancia del Municipio de Guayaquil, Xavier Nárvaez, indicó a este medio que su departamento regula el funcionamiento de los bares, pero que son la Policía e Intendencia las entidades encargadas de regular los horarios de cierre.

Añadió que los corredores y escalinatas de ese sector están siendo controlados por miembros de la Policía Metropolitana. Sin embargo, en la visita que hizo EXPRESO a este barrio, no observó a ninguno. Quienes sí estaban eran cinco guardias que cuidan el sitio.

Otra queja que señalan los habitantes, y que también es evidente, es la inhabilitación de los baños sanitarios públicos del cerro. Cuentan que desde hace cuatro meses están cerrados, obligando a los turistas a golpear las casas de los vecinos y pedir prestado los sanitarios.

“Esa situación ahuyenta a los turistas que no solo son nacionales, sino de Estados Unidos y de países europeos. Aquello da una mala imagen de nuestros espacios atractivos, porque no se les está brindando las comodidades suficientes”, dice Camila Tomalá, ingeniera y vecina del lugar.

Al respecto, el gerente de la Fundación Guayaquil Siglo XXI, Wilfrido Matamoros, a cargo de este punto turístico, indicó que el cierre de los dos baños se ha dado por los múltiples actos de vandalismo que estos han sufrido por estar abiertos al público.

“Por ejemplo, se roban las llaves y las boyas de los inodoros, las reemplazamos y a la semana otra vez se las llevan”, dijo. Y aunque añadió que hay una ordenanza que obliga a los bares y restaurantes a prestar los sanitarios, culpó a la falta de cultura en el cuidado de los bienes públicos. Pero ofreció analizar el problema y darle solución.