
Alfredo Palacio: “Yo habria esperado mas de Correa”
Alfredo Palacio es una voz siempre moderada, siempre retrospectiva y siempre ausente.
El presidente que catapultó a Rafael Correa hasta el primer plano político, el hombre que prometió refundar la nación “aquel día” como se refiere al 20 de abril de 2005, el cardiólogo que diagnostica con vicio médico cada decisión política, el hermano de un periodista exiliado, el mandatario que dejó la banda y recuperó la bata. Alfredo Palacio (Guayaquil, 1939) es una voz siempre moderada, siempre retrospectiva y siempre ausente, que ha decidido volver al presente en esta conversación con EXPRESO.
¿Qué siente un presidente cuando sale por la puerta de Carondelet?
Ese 15 de abril de 2007 salí. Y fue terrible. Porque había entrado por la alfombra roja, con la guardia de los Granaderos y con las pompas y seguridades necesarias. De repente, salí sin nada. Estaba en la vereda buscando un taxi que me lleve. Más o menos: así se siente.
De la majestad de la Presidencia a la mortalidad.
Sí. Aunque yo estuve solo 20 meses, por alguna razón uno se malacostumbra.
Es fácil notar que la gente es cariñosa con el político en campaña y dura con el gobernante. ¿Cómo trata a los expresidentes?
El rey ha muerto, viva el rey. Sí, eso sucede.
Usted introdujo a Rafael Correa a la política. ¿Cómo surgió su relación?
Yo planteé un cambio en los fondos petroleros. Y empecé, después de eso, a recibir sugerencias de tres expertos. Entre esos, el economista Correa.
Que entonces solo era un catedrático más.
Sí, pero entonces él figuraba como uno de los forajidos. Ellos me visitaban aquí, en esta oficina. Entre ellos, el presidente Correa. Él vino a visitarme antes de todo lo que ocurriese. Así entramos en contacto personal. Aquel día, más allá de lo que mucha gente pueda pensar, no tenía yo ni la remota idea de que iba a ser presidente.
¿En serio?
Ni remotamente la tenía.
¿Y los forajidos?
No lo sé. Ellos nunca me proclamaron. Aquel día yo sabía que mi única defensa eran mis cojones y la Constitución. Porque nunca he sido político. Era solo yo. Y no tenía idea de quiénes serían mis ministros.
Ha dicho usted antes que le puso condiciones a Correa al nombrarlo ministro, pero nunca cuáles.
Una de ellas era no mencionar siquiera la palabra dolarización. Luego de eso, algo salió de su boca sobre la dolarización.
Y sigue saliendo aún.
Bueno, ahora. Pero en aquel momento se lo recordé y él me dio la explicación.
¿Usted le dio una plataforma política al presidente?
Bueno, a todos los que nombré. Pero él la supo aprovechar. Aunque debo decirle que la otra condición que les puse fue abandonar sus aspiraciones políticas electorales.
¿Por eso Correa renunció a su Gobierno?
En parte sí.
Aquí, fuera de grabadora, cuenta la historia de un Correa que encabeza una negociación petrolera con el Gobierno de Hugo Chávez. Palacio pide detalles antes de cerrar el trato sobre refinamiento de crudo y Correa, según el expresidente, alega contar con capacidad de decisión propia. Palacio asegura haber pronunciado estas palabras: “a mi escritorio debe llegar su informe sobre la negociación o su renuncia”. Ambos sobres llegaron.
¿Usted siente que creó un monstruo político?
(Ríe. Toma agua. Y gana tiempo) Correa es un hombre muy inteligente, pero exhibe una preparación más allá de la que realmente tiene. Hasta allí llego.
¿Qué critica entonces?
Mis divergencias son a la hora de aplicar la política, de concebir la democracia. El futuro se construye con instituciones.
Ha dicho usted que el país tiene “ausencia de institucionalidad”. ¿A qué lo atribuye?
A que las instituciones las forman los hombres, pero no pueden depender de estos. El Estado que creo que necesitamos es un sistema en el que los gobiernos no dependan de una persona. Una verdadera democracia no necesita saber el nombre del presidente o del alcalde porque tiene institucionalidad. Porque de lo contrario, la belicosidad personal nos lleva al caudillismo y el populismo. Pero no a la democracia.
Usted prometió “refundar la nación” en 2 años. ¿Lo hizo?
Algunas personas han criticado que no lo hice. Pero si me miran con generosidad verán que sí refundé: el país estaba en caos total, Carondelet olía a pólvora, de los ministerios se había disparado, no había tribunales y al Congreso lo perseguía como ratas. Yo presidí ese país. Lo pacifiqué. Lo entregué con estabilidad.
¿Se considera un demócrata?
Sí, yo lo soy.
¿ Y por qué le cuesta tanto, como a la mayoría de expresidentes de este país, pronunciarse sobre lo que consideran erróneo en el Gobierno actual?
En mi caso, prefería en primera instancia rescatar mi gestión: le dejé a Correa un país en paz, tres poderes (no creo en cinco), unas elecciones libérrimas y ejemplares (por eso no creo en la reelección), una consulta popular (no es que Correa las inventó). Le dejé un país refundado. Y yo habría esperado más de Correa. Más participación ciudadana, un Estado totalmente democrático, un presidente que no sea populista y políticos que no tengan profesión de políticos. En eso creo yo.
Usted es hermano de Emilio Palacio, periodista exiliado ¿Cree en la Ley de Comunicación?
No. Yo di un discurso en la SIP (Sociedad Interamericana de Prensa) en 2006 que responde a su pregunta y donde comparo el periodismo con la medicina. ¿Creo que debe haber un tribunal especial que juzgue al periodista o al médico? No. ¿Creo que debe ir a instancias jurídicas? Tampoco. Son profesiones que tienen por derecho, el privilegio.
¿Por qué no lo dijo antes?
Porque no me lo preguntaron.
¿Cree que la memoria pública ha sido injusta con usted?
Sí, lo creo. Sí, lo creo. Pero ha sido un poco manipulado. Porque el Gobierno tiene una estructura propagandística inconcebible.
Probemos su memoria. ¿Recuerda quién le puso la banda?
Cynthia Viteri.
Ella intentará de nuevo llegar a la Presidencia.
Es una excelente política, además de valiente. Aquel día ella salió ensangrentada. Y pudo huir. Pero estuvo allí. Ahora, ideológicamente, somos distantes. Pero era común. Cuando yo discutía con Mauricio Pozo, entonces ministro de economía, teníamos un choque de modelos, de ideas. No de insultos. Ese es el nivel.
¿Se ha banalizado el debate político?
Por supuesto que lo creo. Que si tiene aviones, que si no los tiene. Este país vive en un escenario político con un monólogo los sábados y coros a favor y en contra el resto de días.
¿Sabe usted que entre Moreno, Glas, Lasso y Viteri podría estar el próximo presidente del Ecuador?
De hecho, va a ser así.
¿Su tono es pesimista?
Bueno, tampoco son lo suficientemente fuertes para quebrar el espinazo de nuestra patria.
¿Apoyaría a alguno de ellos?
No. Pero al nuevo presidente le daré mi apoyo porque sé lo difícil que es.
No se termina la visita a un doctor sin pedir un diagnóstico. Para el país, claro.
No le diría que es un diagnóstico reservado. Pero sí que tenemos una enfermedad iatrogénica, que son las que producen los tratamientos mal dados. Eso tiene Ecuador.