Leo Stagg: Once héroes, una guerra

Porque no podemos seguir negando que hay sectores políticos que hoy funcionan como el brazo legal
El viernes 9 de mayo once militares ecuatorianos fueron asesinados en la selva. Once patriotas emboscados por grupos armados en Alto Punino, una zona golpeada por el crimen organizado, especialmente por la minería ilegal. Les dispararon con fusiles, les lanzaron explosivos. Murieron cumpliendo su deber.
Eran militares con familia, sueños, vocación de servicio. Jóvenes que habían escogido servir a la patria, que se formaron en paracaidismo, combate e inteligencia militar. Que dejaron esposas, hijos, madres y compañeros de armas. Que sabían del riesgo, pero igual se alistaron.
Porque sí: el Ecuador está en guerra.
Un conflicto armado interno contra mafias que operan con armas, oro, cocaína, lavado de activos y muerte. Esta vez les tocó a ellos. Mañana puede ser cualquier ciudadano.
El peligro es enorme: organizaciones criminales están presentes en zonas estratégicas del país, incluyendo sectores fronterizos, donde instalan campamentos armados, imponen extorsiones y manejan operaciones millonarias de actividades ilícitas. Han construido redes violentas que desafían directamente al Estado.
No enfrentamos delincuencia común: enfrentamos estructuras mafiosas con poder económico, influencia institucional y cobertura política.
Porque no podemos seguir negando que hay sectores políticos que hoy funcionan como el brazo legal y parlamentario de estas mafias. Que buscan protegerlas, frenar su juzgamiento, deslegitimar a quienes las enfrentan y bloquear cualquier intento de reforma.
El asesinato de Fernando Villavicencio, la necesidad de salir del país de la exfiscal general Diana Salazar, y la emboscada a nuestros soldados, son parte de una misma amenaza: la narcopolítica quiere tomar el poder.
Por eso, todo lo que sume en esta lucha debe ser respaldado. La Ley Orgánica para Desarticular la Economía Criminal, impulsada por el Ejecutivo, es un paso firme. Confiscación de bienes, inteligencia financiera, acción rápida y zonas seguras. No más discursos tibios. No más excusas.
Que su muerte no sea en vano.
Que el país despierte.
Y que el Estado, con decisión, acabe con estas mafias y no les dé ni un centímetro más.